El Periódico de Aragón

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La opinión de Sergio Pérez

El fútbol le hará justicia a Giuliano Simeone

El argentino no ha desarrollado todavía una capacidad de eficacia regular para ser más letal en el área, pero tiene las condiciones, la educación deportiva, la predisposición y la actitud diaria necesaria para conseguirlo. Si sigue trabajando de esta manera, el fútbol le hará justicia a este gran futbolista. Y lo bendecirá con más goles

Giuliano Simeone se funde con los aficionados del Real Zaragoza desplazados a El Plantío tras el 0-1. CARLOS GIL-ROIG

El rol de nueve estelar del Real Zaragoza en la temporada 22-23 le correspondía a Pape Gueye si atendemos a lo que se dibujó en el papel sobre el que se delinean los sueños durante el verano. El club invirtió tiempo, dinero y mucha paciencia en su contratación. La cara de felicidad con la que llegó a la ciudad y las sonrisas con las que fue correspondido en su presentación se han apagado lentamente en solo tres meses. Aquellos primeros días de ilusión por el delantero senegalés, que había superado los diez goles dos veces en la Liga belga y cuyo fichaje vino adornado de grandes halagos, se han convertido en cenizas. Con Carcedo le fue mal. Con Escribá le está yendo tanto o más. En Burgos ni siquiera saltó al césped.

Iván Azón había enseñado todos sus potenciales recursos en la segunda parte de la pasada campaña y el club esperaba que la promesa que era se convirtiera en una realidad consistente, en un punta de presente y mucho futuro, referencial en Segunda. Las lesiones le han apartado de ese camino y lo han dejado expedito para que por él se colara Giuliano Simeone, un chico de 19 años sin experiencia en el fútbol profesional pero con unos números magníficos en el filial del Atlético en Tercera.

El primer plano de este Zaragoza 22-23 no estaba diseñado de manera tan rotunda para Giuliano, que ha tenido que asumir el rol de protagonista principal y abandonar el de secundario meritorio por la incomparecencia de Gueye y las ausencias reiteradas de Azón. Hoy es titular indiscutible y el máximo goleador de un equipo con muy poco gol. Ha celebrado cuatro, uno cada 300 minutos, cifra claramente mejorable por sí misma, más aún cuando podría haber festejado unos cuantos más.

En Burgos volvió a fallar una ocasión muy clara tras un golpeo deficiente desde el punto de vista técnico. Le sobró precipitación y le volvieron a faltar esas gotas de calma, pausa y tranquilidad tan necesarias para entrar a matar en la suerte suprema, bajando las revoluciones hasta ser capaz de oír el silencio y controlar totalmente la escena. A pesar de los pesares y de que debe mejorar sensiblemente en el arte de la definición, con 19 años Giuliano juega muy bien al fútbol y es una bendición para el equipo. Incordia, presiona, hostiga, pelea, roba, se mueve con verticalidad y energía, genera peligro, encara y no para de producir para él y para el resto.

Es capaz, además, de entonar un mea culpa de manera pública, como hizo en Santander tras su expulsión o después de sus errores frente al Málaga, que costaron dos puntos. La humildad, señal inequívoca de grandeza. Giuliano juega con el gen de los Simeone. No ha desarrollado todavía una capacidad de eficacia regular para ser más letal en el área, pero tiene las condiciones, la educación deportiva, la predisposición y la actitud diaria necesaria para conseguirlo. Si sigue trabajando de esta manera, el fútbol le hará justicia a este gran futbolista. Y lo bendecirá con más goles.

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