La opinión de Sergio Pérez

Bebé, Gueye, el dinero bien usado y el dinero a la basura

El Real Zaragoza no ha tenido un problema de límite salarial este año (10,1 millones de euros, el séptimo más alto) sino que ha hecho un desafortunado uso de ese dinero

Raúl Sanllehí y Juan Carlos Cordero, en la presentación del director deportivo.

Raúl Sanllehí y Juan Carlos Cordero, en la presentación del director deportivo. / ANDREEA VORNICU

Sergio Pérez

Sergio Pérez

Conforme han ido cayendo las hojas de enero, helada sobre helada, más frío se ha ido quedando el mercado de invierno del Real Zaragoza. La ventana que se cerró este martes con la habitual nocturnidad de LaLiga ha sido la constatación más notoria de lo desafortunada que fue la del verano. La SAD ha formalizado dos entradas, la de Tomás Alarcón hace ya semanas y la de Bebé sobre la bocina, y ha conseguido cerrar otras dos salidas: Petrovic y Lasure.

Al final, dos aparentes pasos al frente en una plantilla con importantes carencias que, por necesidades reales, precisaba de un plan de reestructuración mucho más profundo, aunque imposible de acometer en la práctica. El algodón no engaña y la suciedad salta a la vista: después de 25 jornadas, el Real Zaragoza ha sumado 30 puntos y marcha decimoséptimo, cuatro por encima de la zona de descenso y a once de la del playoff, el objetivo inicial de la temporada de estreno de la nueva propiedad.

La concentración de problemas que se han manifestado este enero ha sido extensa: todas las fichas ocupadas, unas cuantas en manos de futbolistas inservibles; un desbarajuste salarial tremendo, con varios jugadores con sueldos estupendos y un peso específico nulo; una muy condescendiente interpretación de lo que había entre manos en verano, creyendo que con reacondicionar la delantera de la plantilla 21-22 era suficiente para dar un gran salto hacia arriba; una bolsa importante de piezas que no dan la talla para pensar en objetivos mayores o la sorprendente configuración del equipo, con puestos sobrecargados y otros vacíos de contenido. Y antes que nada, la inconcebible renovación de Miguel Torrecilla, un error garrafal de Raúl Sanllehí, que se engañó o se dejó engañar.

En el origen de todos los males, el mismo problema de base: el desacierto y la mala elección de piezas, de ejecutivo primero y de futbolistas después. El Real Zaragoza falló en la renovación de Torrecilla, falló en la valoración del recorrido de unos cuantos jugadores con contrato en vigor, falló en renovaciones como la de James, en la selección de fichajes estratégicos, con un énfasis especial en la contratación estrella, Pape Gueye, al final estrellado y ahora objeto de burla irónica en La Romareda. Ahí han dejado un borrón las sinergias del grupo inversor. El Real Zaragoza no ha tenido un problema de límite salarial este año (10,1 millones de euros, el séptimo más alto) sino que ha hecho un desafortunado uso de ese dinero.

Al llegar enero, Juan Carlos Cordero, el director deportivo con mando en plaza hasta 2025 éxitos mediante, se ha encontrado maniatado y rehén de la herencia que ha recibido. Su primer fichaje ha sido Bebé, que debería aportar cosas muy interesantes si es el que fue. Su momento llegará el próximo verano, cuando 15 futbolistas terminan contrato. Hasta esa orilla habrá que llegar con lo que hay, salvando cuanto antes esta temporada, la décima seguida en Segunda. Y, luego, provocar una revolución en la plantilla que debió hacerse ya el pasado verano y que espera para el próximo. Con más dinero, pero sobre todo con un principal desafío: acertar. Acertar y corregir varios años de desaciertos. Usar bien el dinero y no tirarlo a la basura.

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