La 35ª jornada de Segunda

Azón mitiga el sofocón. La crónica del Real Zaragoza-Elche (1-1)

La fe del canterano salva un punto cuando peor estaban las cosas para un mal Zaragoza casi siempre a merced de un Elche superior que pudo sentenciar

Azón celebra el tanto del empate.

Azón celebra el tanto del empate. / MIGUEL ÁNGEL GRACIA

Jorge Oto

Jorge Oto

Hacía diez minutos que el Elche se había adelantado en el marcador y apenas un momento desde que Nico y Mourad habían perdonado la vida a un Real Zaragoza al que, con solo un cuarto de hora recorrido de la reanudación, le temblaban hasta las uñas. Cabezas gachas, miradas perdidas y el alma en los pies desesperaban a una Romareda que exigía a los suyos más alma y menos penas. Pero solo Azón parecía entender el mensaje lanzado desde la grada. El canterano rescató a su equipo a base de echarle todo eso que la afición imponía desde arriba, entre lo que, por supuesto, también figuraba una dosis ingente de valentía entre tanta pusilanimidad. Iván persiguió un balón casi imposible de Marc, burló en la línea de fondo a Gaspar y batió a Dituro con un disparo efectuado con su bota derecha pero diseñado con un corazón de león que devolvía las tablas al marcador y la vida a un Zaragoza hasta entonces hecho un alma en pena al que se le venía encima el mundo. Y el descenso.

Porque sin ese arranque de furia y orgullo de Azón, el Zaragoza estaba abocado a la ruina. El Elche maldecía su suerte para afrontar un nuevo partido alumbrado por ese tanto mesiánico del aragonés, que de nuevo jugó en la izquierda por decisión de Víctor, que repitió once por tercera jornada seguida y al que La Romareda también envió nítidos mensajes. El propio Azón tuvo la remontada en su cabeza poco después, pero el balón salió cerca del poste izquierdo de Dituro. No hubo mucho más hasta un final marcado por el miedo a perder de un Zaragoza empeñado en hacer equilibrios cerca del abismo y el ferviente deseo del Elche de sumar al fin después de tres partidos a cero.

El empate, en definitiva, es un mal menor para un cuadro aragonés que sigue descontando en una eterna y triste cuenta atrás hasta 50 y que estuvo durante buena parte del choque a merced de un Elche que siempre tuvo más claro su plan de partido. Extremos bien abiertos, llegadas desde segunda línea y orden en retaguardia para apoderarse del control y del balón ante un Zaragoza en el que Marc Aguado se multiplicaba para combinar y cerrar los numerosos agujeros dejados por sus compañeros. El canterano, en uno de sus mejores partidos del curso, sujetó al equipo en los peores momentos hasta que le dio el físico. 

La primera parte había sido tediosa. El Elche gozó de las únicas ocasiones, como la de Gaspar, apenas disputados los diez primeros minutos, que disparó mal con todo a su favor tras una de las numerosas llegadas desde la derecha de los ilicitanos. 

El Zaragoza, con Bakis cada vez más desconectado del juego y de la grada, lo fiaba todo al balón largo en busca de las piernas y el corazón de Azón y de la explosividad de un Valera que definió mal una contra justo después de que Gaspar volviera a ver de cerca a Badía con un lanzamiento que se marchó demasiado alto. 

Pero los intentos locales se perdían entre una ausencia de último pase tan desesperante como la escasez de pólvora. Claro que las cosas tampoco eran mucho mejores atrás, donde Jair volvía a estar hecho un manojo de nervios. A La Romareda, envuelta en agua por un termómetro que superaba los 30 grados, no le gustaba un pelo lo que estaba viendo, pero la relevancia del botín en juego aplazó cualquier juicio apelando a la esperanza en que su equipo espabilara de una vez.

Pero no fue así. Dicho está que fue el Elche el que mejor encaró un segundo periodo que Víctor afrontó con los mismos once jugadores que había elegido para formar en la foto. Pero al técnico no le quedó más remedio que echar mano del banquillo en busca de refresco ante semejante sofocón provocado por el aluvión de ocasiones del Elche rubricado con el tanto de Gaspar tras rozar un lanzamiento de falta lateral.

Poco antes, Bigas se había topado con Badía tras aprovechar el enésimo despiste de Mesa mientras que Morente bien pudo firmar el segundo para que La Romareda exigiera a Víctor que moviera ficha. Lo hizo con una doble permuta (Gámez y Grau por Mouriño y Valera) y un cambio de dibujo para pasar a un 4-3-3 con Marc, Grau y Moya en la zona de máquinas, y Mesa por detrás de Bakis y Azón, cuya gallardía rescató al Zaragoza de la lona. Liso entraría luego por un Bakis silbado de lo lindo, y Zedadka y López por Lecoecuche y Marc, pero apenas pasó nada más allá. El sofocón fue menos. Y los sudores fríos. Pero el calor empieza a abrasar.