El derbi aragonés

El Zaragoza vive para contarlo. La crónica del SD Huesca-Real Zaragoza (1-2)

El equipo de Víctor remonta y resiste al Huesca para lograr un triunfo vital para salvar el pellejo

Liso celebra el empate tras superar a Álvaro.

Liso celebra el empate tras superar a Álvaro. / JAIME GALINDO

Jorge Oto

Jorge Oto

El Zaragoza tiró de orgullo y linaje para acabar con tantos fantasmas y miedos y firmar una victoria clave en su lucha por la supervivencia. Tenía que ser en el derbi y liderado por un chico de la casa, Liso, que rescató a los suyos de una muerte que parecía segura hasta llevarles de la mano hacia una victoria que pone fin a más de medio año sin ganar fuera y a una infinidad sin remontar. El Huesca, que bien pudo empatar al final, cayó con honor, pero cayó.

Sorprendió de lo lindo Víctor con una alineación plagada de novedades. No ya tanto por la previsible ausencia de Bakis o las más sorprendentes de Jair y Valera, sino por una formación con tres centrales y dos carrileros, una disposición táctica rara vez utilizada por el técnico zaragozano. Y en la que irrumpía Liso para acompañar arriba a Azón en busca de piernas y de la espalda de los centrales oscenses.

El Huesca, enfundado en su segunda equipación, la de la cruz de San Jorge en vísperas de la festividad de Aragón, lo que obligó al Zaragoza a vestir de avispa, tenía claro el plan, elaborado sobre la base de la incesante búsqueda de los costados, donde Gerard Valentín y Joaquín eran la conexión más recurrente para Javi Martínez, la amenaza entre líneas de los locales.

El Zaragoza encaró mejor el choque. O, al menos, con más determinación que un Huesca un tanto sorprendido por el ímpetu inicial de los de Víctor. El de Liso lo frenó en seco Ávalos Barrera a los diez minutos con una amarilla de esas que rara vez se muestran a alguien que no sea un crío.

Hasta que Mouriño probó a Álvaro con un disparo flojo que apenas dio trabajo al meta local, el primer cuarto de hora transcurrió con ambos contendientes más centrados en esquivar el error. Pero el primer acercamiento fue letal. Un saque de esquina forzado por Gerard Valentín derivó en un rechace de la zaga zaragocista que puso el balón en la bota de Loureiro para que el defensa, como si de un consumado ariete se tratara, resolviera con maestría a través de un disparo que ajustició a Badía.

El tanto, que tardó un par de minutos en ser validado por obra y gracia del dichoso VAR, dejó, como siempre, grogui a un Zaragoza en el que Mesa y Moya acumulaban pérdidas al mismo ritmo que Sielva y Kortajarena kilómetros.

Pero, de nuevo, el arrojo rescató al Zaragoza. El de Lluís López al negarse a perder un balón imposible en la banda y el de Liso al renunciar a la falta para seguir un poco más y batir a un Álvaro que bien pudo hacer más para salir airoso de duelo con el juvenil.

Otra vez, como Azón ante el Elche, un canterano sacaba las castañas del fuego a un Zaragoza que volvía a creer hasta tal punto que suyo fue el resto de un primer periodo que culminó de la mejor forma posible para los visitantes. Un derribo de Javi Martínez a Mesa que Ávalos sacó fuera del área y que el VAR corrigió, dejó al canario frente a frente con Álvaro, al que superó con delicadeza y precisión para poner por delante a un Zaragoza capaz, al fin, de remontar un marcador adverso. Justo premio, en todo caso, al paso adelante iniciado con aquel balón imposible que Lluís puso en la carrera de Liso para que el chaval lograra su primer gol con los mayores.

El descanso permitía al Huesca serenar los ánimos y repensar el plan y cortaba el rollo de un Zaragoza pincho y valiente que afrontaba el segundo periodo con la obligación de defender el tesoro con uñas y dientes.

Zedadka dejó en la caseta a Lecoeuche para cambiar la vigilancia sobre Gerard Valentín, sin duda, la principal amenaza de los locales aún mermado físicamente. Suyas fueron las primeras acometidas de un Huesca decidido a inclinar el campo hacia la derecha. Pero las llegadas locales solo encontraban el córner como premio, mientras que el Zaragoza, con Liso y Azón dejándose el alma, eran un incordio constante para un cuadro local al que entre Álvaro y el larguero sacaron de un serio apuro al detener un gran disparo de Mesa tras servicio de Gámez desde la derecha.

El partido , con permiso de Valentín, parecía controlado por un Zaragoza en el que Marc ponía el temple, Azón y Liso el corazón y Mesa una clase envuelta en un cuentakilómetros que se paró en el ecuador de la reanudación. El canario, exhausto, fue relevado por Grau poco antes de que Hidalgo se la jugara con un doble cambio ofensivo en el que Mier y Bolívar sustituyeron a Kortajarena y Loureiro. Para entonces, Obeng ya estaba en el campo en lugar de un desacertado Joaquín.

El movimiento sentó bienal Huesca, que rozó el empate con un cabezazo de Bolívar que se fue por poco. La absurda expulsión de Mouriño en el 85 acentuó la avalancha local y abocó al Zaragoza a un martirio a balón parado. Pero Sielva devolvió el favor al Zaragoza al llevarse la roja por derribar a Valera siendo el último hombre poco antes de que Bolívar volviese a apuntar demasiado alto en el enésimo remate aéreo de los oscenses.