Las comparaciones son odiosas. En Madrid, la capital de España, hay un barrio entero (Chueca) plagado de locales y bares dedicados y orientados a la comunidad LGTBI. En Zaragoza hay una calle que, en estos momentos, cuenta con cuatro bares. Se trata de Fita, entre Doctor Cerrada y Cortes de Aragón, un rincón de la ciudad que ha pasado por mejores momentos, aunque no ha perdido su espíritu diverso y acogedor. El Ambiente.

Javier Rodríguez fue de los primeros en abrir un bar de ambiente en la cuidad. Fue hace 22 años bajo el nombre de Urano. «Hasta entonces había algún local pero eran más gueto y muy setenteros. Nosotros fuimos los primeros que nos abrimos a todo tipo de públicos, en una época (el final de los 90) que supuso un punto de inflexión muy importante para el movimiento», explica bajo los destellos de las bolas de discoteca que decoran su bar.

Desde entonces y hasta los años «2011 y 2012» estos locales funcionaron muy bien. Pero la crisis y la aparición de las aplicaciones móviles para ligar complicaron el asunto. «A partir de ahí cambió la forma de salir. La gente empezó a gastar menos en los bares. Y con las aplicaciones hoy ya no se sale a conocer gente, solo se sale de fiesta», dice Rodríguez. Coincide con el diagnóstico Ana Roy, otra histórica del Ambiente zaragozano, que lleva «12 más un» años al frente de otro local, el Iman.

El Iman está en un sótano con una estética muy particular. Lleva abierto 14 años. ANDREEA VORNICU

«Para ligar había que salir. Ibas a los sitios y conocías a gente. Ahora tienes a todo el colectivo conectado en las aplicaciones. Eso ha cambiado», explica Roy, que lamenta que hoy solo queden cuatro bares en la calle. «No queremos ser un gueto ni un sitio exclusivo para gays. Aquí viene gente de todas las orientaciones y las personas del colectivo también van más ahora a otros bares que no son de ambiente. Es normal, pero tenemos que cuidar un poco más lo nuestro», pide.

Espacios no exclusivos para LGTBI

Sobre el tamaño de la zona LGTBI de Zaragoza, opina Rodríguez, no es comparable con el de «grandes focos de atracción» como Sitges, Madrid o Torremolinos. «Allí se alimentan de los turistas y de la gente que va de visita. Aquí no pasa. Sales y vienes siempre a los cuatro o cinco locales y ves siempre a la misma gente, y eso es muy reiterativo», cuenta.

Más allá de la afluencia, ambos reivindican sus locales como espacios de libertad. «En las discotecas que no son de ambiente todavía es difícil que dos chicos se besen sin miedo a que les digan algo o les miren. Aquí puedes ser tú, da igual si eres hetero, gay o trans», dice Roy.

Una cosa que sí ha observado Rodríguez es que la edad media de los asistentes ha bajado. «Cuando yo empecé a salir por el ambiente la edad media eran 25. Y ahora tenemos que estar al tanto para que no entren menores, porque cada vez tienen más curiosidad antes», explica. «Pero tampoco es que ahora seamos más progres que antes. La homofobia en la sociedad es parecida, solo que ahora está mal visto decirlo en alto. Ni al principio era tan peligroso ni ahora es tan fácil», explica el dueño del Urano.

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Si mira hacia el futuro, Rodríguez espera que tras el fin del covid haya un nuevo cambio de tendencia y la gente vuelva a reunirse en los bares. «Puede ser otro punto de inflexión», opina, aunque para ello también la Policía tendría que frecuentar más la zona para evitar botellones, que molestan a los vecinos. Por el momento, él trata de atraer público con espectáculos de drags los sábados y con un bingo los domingos. Por su parte, Roy ha instalado una terraza para poder trabajar también por la tarde. «Antes solo abríamos de noche, por lo que había gente que nunca se había fijado en nosotros. Ahora pasa gente que se queda mirando a la puerta y nos preguntan qué es esto. Pero nunca hemos tenido problemas con nadie», asegura Roy.  

El Iman tiene terraza desde hace pocas semanas y eso le permite poder trabajar también por las tardes. ANDREEA VORNICU