Érase una vez un mercado de barrio que se abrió sus puertas en 1971. Que aguantó en los 80 el auge de las ventas de los supermercados y que sobrevivió a la crisis de 2008. No sin cicatrices, el Gran Centro Comercial Delicias, un mercado situado en la calle Andrés Vicente, en Zaragoza, cerca ya del centro de salud de Univérsitas, lleva medio siglo ofreciendo productos frescos a sus clientes. ¿Su secreto? Trabajo duro, insisten los detallistas aunque suene a tópico, y renovarse. Renovarse o bajar la persiana. 

En la actualidad este mercado goza de buena salud y, aunque hay puestos cerrados, quedan todavía más de la mitad abiertos, cuenta Roque Pablo Pueyo, el presidente de la comunidad que conforma este mercado, que es titularidad privada. «Lo que ocurre es que a los que les ha ido bien han ido haciéndose con más puestos para agrandar su mostrador. Y otros no están abiertos al público pero son obradores o cámaras frigoríficas», cuenta.

Uno de los secretos de este mercado es la digitalización, que no tiene por qué pasar siempre por la venta online en página web. Muchos detallistas se sirven de WhatsApp, Facebook e Instagram para comunicarse con sus clientes, una herramienta a través de la cuál enseñan sus productos del día y reciben pedidos que dejan preparados para que los compradores lleguen y se los lleven o los reciban en sus casas. «Es un producto muy fresco. Los vendedores no pueden disponer siempre de todo, hay que comprar lo que se vende ese día», explica Pablo.

«Lo que ocurre es que a los que les ha ido bien han ido haciéndose con más puestos para agrandar su mostrador. Y otros no están abiertos al público pero son obradores o cámaras frigoríficas»

«La poca gente joven que viene lo que busca es la comodidad y que se lo des hecho. Con los trabajos de hoy lo que no pueden ni quieren hacer es perder toda una mañana para hacer la compra. Pero si te puede pedir por las redes ha visto el producto que tengo ese día, me lo pide por WhatsApp y se lo llevas a casa todo es más fácil. Eso nos salva y los que no han querido adaptarse sobreviven a duras penas», cuenta otro detallista, Samuel, de Pescados Franco.

Samuel, a las 4.00, ya está en la lonja para comprar su producto y poder ofrecérselo a sus clientes. ÁNGEL DE CASTRO

El suyo es otro ejemplo del proceso de especialización que han vivido los mercados. En su pescadería, por ejemplo, son expertos en dejar el pescado sin una sola espina, lo que es «ideal para los niños». «Mi abuelo empezó con esto del pescado con la venta ambulante. Mi padre siguió con el negocio y cuando abrió este mercado se vinieron aquí, por lo que estamos desde el principio», cuenta este pescatero, que, como todo detallista implicado, a las 4 de la madrugada ya está en la lonja para tratar de hacerse con el mejor producto. «Montar el mostrador bien me lleva dos horas», cuenta.

José Manuel Lahoz, de la Carnicería Lahoz, es otro de los que lleva toda la vida en el mercado. Su puesto también está desde el principio. «El mercado ha cambiado como ha cambiado el barrio. Ha envejecido. Pero es verdad que ahora viene gente de más lejos, de fuera del barrio. Estos negocios siguen siendo rentables pero te dejas la vida y la salud», dice rodeado de ristras de chorizo. Por cierto, este tendero subraya el éxito de Volveremos: «Ha sido todo bueno. Ha venido más gente joven y ha ayudado a que más gente nos conozca».

En el Gran Centro Comercial Delicias hay de todo y todo bueno como en (casi) todos los mercados, pero llama la atención que entre los pasillos todavía sobreviven dos bares. «Tengo la despensa más grande del mundo», dice el propietario de uno de ellos, Emilio Cano. «Si me pides algo y no lo tengo paso a cualquier puesto y lo cojo. Más fresco imposible», cuenta este hombre, que lleva 36 años detrás de la barra.

Para garantizar la supervivencia de los mercados y el comercio de barrio, «la vida de las calles», dice Pablo, habría que tejer alianzas entre los distritos tradicionales de las ciudades y el mundo rural. «Ganarían ambos. En los pueblos habría trabajo produciendo alimentos y en la ciudad habría vida en los barrios y productos frescos», apuesta.