Julián Buey, actual secretario general de CCOO en Aragón, fue en su día el presidente del Comité de Empresa de PAE, que agrupaba a gran parte de los casi 900 trabajadores civiles que llegó a tener la base.

--¿Cómo recuerda el proceso de cierre de la base?

--Lo recuerdo como un "a la calle y punto", con muchas promesas de todo el mundo que no se cumplieron. Intentamos que se recolocase a los trabajadores montando una empresa aeronáutica en el aeropuerto, o en la base aérea bajo dominio español, pero nada cuajó. No había voluntad política para ello, y tras varios meses de lío, la gente se fue buscando la vida y la reivindicación quedó en nada.

--¿Era un buen lugar para ser sindicalista?

--Eran tiempos movidos, y dentro de la base había un anticomunismo palpable y los sindicalistas estábamos muy mal vistos. En los 70 y 80 era más complicado, pero los mandos entendieron que había que normalizar la situación, con un convenio.

--¿Había cierta contradicción en ser progresista y trabajar con los estadounidenses?

--Lo llevábamos bien. CCOO a nivel nacional estaba en contra de la desaparición, pero entendimos que si las bases de Aragón lo querían, teníamos que apoyarlo. Pero recolocando a los trabajadores. En las manifestaciones antibases había trabajadores, distinguían el tema social del laboral.

--¿Y cómo era el trato con los estadounidenses?

--En general había buen rollo, te trataban con corrección. Pero con cierto deje colonial, manteniendo las distancias.