El mítico Trujas se ha renovado. El afán por recuperar las viejas costumbres, lo castizo y los bares de antaño ha obligado a muchos negocios a volver a su esencia. El Trujalico, nombre con el que abrió sus puertas en 1982, ha cambiado su imagen para adaptarse a la ciudad moderna y vintage.

Por aquella época, gente de toda Zaragoza acudía a la hora del almuerzo y de la merienda para disfrutar de los bocatines, especialidad de la que repartían bandejas de hasta 60 unidades. Poco a poco, con la apertura de un instituto cercano cambió su concepto para convertirse en un bar destinado al ocio nocturno. José Luis, el propietario, ha decidido echar la vista atrás y recuperar la esencia de aquel bar de tapas del 82.

Hace sólo unos meses que ha vuelto a ser lo que era en los 80 y ya ha plagado Intagram de fotos de sus conservas, vinagrillos, embutidos y del vermú de domingo. Eva, hija del propietario, reconoce que el cambio "ha sido un bombazo" desde que salir los fines de semana durante el día se ha puesto de moda.

"Todo es cíclico, ahora se lleva tomar el vermú, probablemente porque es más económico que ir de copas y eso es lo que se está dando a conocer en esa otraZaragoza que se vende en Instagram", cuenta.