La voz de la calle se escuchó en la tarde de ayer con fuerza en una abarrotada plaza de San Felipe. Cientos de personas se congregaron en una cita espontánea, convocada a través de móviles e internet, para cantar el Canto a la libertad de José Antonio Labordeta. El encuentro se prolongó finalmente durante una emocionante más de media hora, en la que ciudadanos de todas las edades quisieron rendir un homenaje más, que no será el último, a uno de los intelectuales y políticos aragoneses más relevantes de las últimas décadas.

Poco después de las ocho se multiplicaban ya los corros de personas. Los impulsores de la iniciativa repartieron un centenar de copias de la letra de la canción entre los asistentes. Algunos la traían de casa. Otros, no la necesitaban. A las ocho y media, primero tímidamente y después cada vez con más entusiasmo, se escuchó, como una sola voz, el que ya se ha convertido en un himno en la comunidad.

Los aplausos se prolongaron durante casi cuatro minutos. Y después, el escalofriante silencio. Miradas de tristeza hasta que, espontáneamente, los presentes --en muchos casos cogidos de las manos-- volvieron a alzar la voz para entonar Somos, que tampoco fue la última. Tras gritos de "¡Viva Aragón. Entalto Aragón!", llegó la Albada, para acabar, nuevamente, con el Canto a la libertad, ya sin reparos y con puños en alto y lágrimas, entre ellas las de la concejala del PSOE en el Ayuntamiento de Zaragoza Lola Campos, que destacó el cariño de los asistentes. "Todo el mundo, en algún momento, ha disfrutado con él --expresó, emocionada--. Era intergeneracional".

La concentración se disolvió algo después de las nueve de la noche, aunque decenas de personas se quedaron un poco más para recordar a Labordeta. Unos escuchaban sus canciones a través del teléfono móvil y otros compartían momentos o comentaban anécdotas. Solo algunos de los más pequeños preguntaban quién era exactamente el señor del que todo el mundo hablaba. "Ya cantaba hace cuarenta años y muchos jóvenes copian todavía sus canciones, como hoy", atendía, atento, uno de ellos mientras la plaza se iba vaciando lentamente.