Un hombre y su suegro conversaban tranquilamente en el portal de casa del segundo, en la calle Pablo Remacha de Zaragoza, una noche de julio del año pasado, cuando observaron a un transeúnte mirando los timbres de la calle. Al preguntarle si podían ayudarle, el individuo, que llevaba botas de fútbol y espinilleras, comenzó a golpearles sin mediar palabra, con tal violencia --"gratuita y desmedida", según la define la Fiscalía-- que dejó inconsciente al suegro. También la emprendió con su mujer, que bajó a defenderle, y con ella incluso utilizó una botella, rota, que llevaba consigo. También la dejó sin sentido. Ni siquiera se calmó cuando llegó la Policía, y agredió a dos de los agentes que trataban de reducirle. Finalmente, lo consiguieron, y el hombre lleva preso desde el 3 de julio.

Esta es al menos la versión de los hechos que manejan la Fiscalía y la acusación particular, que piden para él 15 y 16 años y medio de prisión, respectivamente, por atentado y lesiones. El ministerio público cuantifica las indemnizaciones en más de 28.000 euros. El juicio por estos hechos, en el que la defensa pide la absolución, se celebrará el día 25 en la Audiencia de Zaragoza.

ANTECEDENTES El presunto agresor es Alexander P. P., un venezolano sin papeles al que le constan arrestos por malos tratos --dos veces-- y por infringir la Ley de Extranjería.

Según el relato de las víctimas, el agresor --que venía de celebrar la victoria en un partido de fútbol que había ganado-- tiró al suegro al suelo en la primera andanada de golpes, y de nuevo al intentar levantarse. Cuando el yerno trató de mediar --siempre según esta versión--, la tomó con él, y del primer puñetazo en la cara le tiró las gafas al suelo. Desorientado por su miopía, no pudo hacer nada para parar los golpes en el pecho --lleva marcapasos--, que acabaron por derribarle también. Cuando le tiró --sostienen--, volvió a por el suegro, al que en una tercera acometida hizo golpearse la cabeza con el suelo, antes de patearlo hasta dejarle inconsciente.

Un transeúnte que vio la agresión trató de distraerle, y entonces bajó de casa la mujer del suegro, que había visto parte de la agresión. Al gritar, el hombre --mantienen las acusaciones-- sacó una botella de cristal que llevaba en una bolsa, la rompió y se fue hacia ella: le dio varios puñetazos y le cortó en la cara, desde el ojo a la boca, tras lo cual ella también perdió el conocimiento.

Entonces llegaron dos patrullas de la Policía, avisadas por los vecinos, a tiempo de ver la agresión a la mujer. Mientras, Alexander --según la versión de las acusaciones-- volvió a cebarse con el suegro, al que su yerno estaba ayudando a levantarse.

Los policías intentaron calmarse, pero el agresor se revolvió y logró cortar en la cara a uno con la botella y golpear en las extremidades y el cuerpo a otro antes de que le redujeran.

AGORAFOBIA Según la acusación particular, la paliza no solo causó a las víctimas secuelas físicas importantes, sino también psicológicas. Así, la mujer padece agorafobia (miedo a los espacios abiertos), ha perdido agudeza visual y una cicatriz desfigura su cara. Tardó 237 días en sanar de los golpes.

El suegro estuvo dos días hospitalizado y otras dos semanas incapacitado como consecuencia de los traumatismos.

El yerno tardó en sanar 5 días, y los dos agentes de Policía, diez, si bien solo el que resultó herido en la cara con la botella tuvo que estar una semana de baja laboral.