TÍTULO: Tiempos de libertad. Arte en España de 1975 a 1990

LUGAR: Centro de Exposiciones Ibercaja

FECHAS: Hasta el 19 de febrero

La escultura Carryng VIII, realizada por Pepe Espaliú poco antes de su muerte en 1993, es significativamente elocuente de la profunda transformación que iba a operarse en las artes plásticas en el cambio de la década de los años ochenta a los noventa del siglo pasado. La voluntad de Espaliú de compartir con el público su dolor y su miedo logró trascender el ámbito privado, pues con su acción dotó a su discurso de contenido social y político sin pérdida de la intensidad subjetiva de sus emociones. Recién estrenados los años noventa se intuía que nada podía ser lo mismo, y de acuerdo con lo anotado por Óscar Alonso Molina, la obra última de Espaliú prefigura muchas de las cuestiones más acuciantes de índole política y social que la escultura posterior quiso asumir como propias. La escultura y el resto de las artes, diría yo. Poco quedaría de aquellos gloriosos ochenta; gloriosos para la pintura fundamentalmente, y a partir de la segunda mitad también para la escultura.

Desde la perspectiva actual todo parece muy frágil; tan frágil que cualquier compartimentación que no sea entendida como mera herramienta para contar algo carece de interés. El volumen escultórico negro y vacío de Carryng VIII de Espaliú comparte ahora espacio con la exquisita sensibilidad ensimismada de la escultura aérea de Schlosser, casi pegada al silencio de La marea de Juan Muñoz. La presencia tan próxima de estas obras nos precipita a un estado de abatimiento provocado por la ausencia de quienes fueron sus artífices, protagonistas principales del arte en España, que ya no están. No creo yo que fuera esta la intención de Fernando Francés, comisario de la exposición que ha dado en llamar Tiempos de libertad. Arte en España de 1975 a 1990. Tiempo extenso imposible de seguir a través de una selección de obras realizadas por algunos de los artistas más destacados. La mayoría de los que están fueron, no están otros tantos, algunos imprescindibles y otros que por extrañas razones no figuran en este tipo de exposiciones colectivas, tan insistentes en contar lo mismo y repetir los mismos esquemas tradicionalmente establecidos de una década muy transitada, puesto que el arranque, a partir de 1975 en esta ocasión, es una excusa.

Aun cuando la exposición se presenta como culminación del proyecto que en cuatro entregas ha repasado en los últimos años las manifestaciones artísticas en España a lo largo del siglo XX, a partir de fondos no expuestos del Museo Reina Sofía, el discurso es bien distinto, y no por ser privado es menos institucional en su planteamiento. Sin embargo, por encima de todo están las obras que imponen su presencia, reclamando espacio propio y atención individualizada del espectador. Conviven entre ellas sin dificultades, pero cada una manifiesta su deseo de imponerse solemne al resto.