Paso hora y media de felicidad en la Filmoteca de Zaragoza viendo Fake, el documental de Orson Welles sobre Elmyr de Hory.

Aquel artista húngaro que transcurrió a la historia no por ser uno de los grandes pintores contemporáneos, pero sí como el mejor falsificador de arte de todos los tiempos. Una mano mágica capaz de reproducir Modiglianis o Picassos sin que los mayores expertos de los mejores museos del mundo fueran capaces de detectar la falsedad de la firma; y tal vez, bromeaba Elmyr, sin que los propios Picasso o Modigliani acertasen a distinguir la superchería, dada la perfección de sus copias. De hecho, no es en absoluto descartable que algunos de los cuadros que hemos venerado, de maestros impresionistas, de los genios de la abstracción, sean fruto de los pinceles de Elmyr.

El documental de Welles nos invita a conocer a Elmyr en sus últimos años en su refugio de Ibiza, donde pudo crearse un mundo a su medida huyendo de la justicia de varios países, que reclamaban su extradición para juzgarle por delitos de fraude o estafa.

Elmyr, un tipo risueño e ingenioso, no ocultó su verdadera actividad ante la cámara de Orson, pero la justificó como una suerte de homenaje a los grandes artistas a los que decía admirar sinceramente. Copiaba, creaba al hacerlo, y otros vendían por él.

Fake, el reportaje fílmico de Orson, rodado durante su estancia en España, acaba convirtiéndose en una pieza genuina de Welles porque el director incluye en el capítulo universal del fraude a otros grandes autores y nombres, de Shakespeare a Howard Hughes, en una original aplicación de las nociones de imitación, copia, suplantación y estafa, viniendo a decirnos finalmente que todo gran creador tiene algo de falsario, que ha copiado a otros o que nos está dando una versión no del todo sincera de sí mismo.

Un ejercicio de inteligencia cinematográfica y, al mismo tiempo, una muy seria meditación sobre las urdimbres de los procesos creativos, su autenticidad y su mixtificación. Sobre el valor del talento y de su producción, sobre el mercado de las ideas y de la gestión cultural, sobre lo efímero y lo eterno, sobre la cara auténtica y la falsa cara del hombre.

Elmyr de Hory (Budapest 1906--Ibiza 1976) ni siquiera se llamaba así, sino Hoffmann Elmére Albert. Pero el seudónimo, en su caso, fue lo de menos.