Mientras los robots informáticos pululan por la red desvirtuando tendencias y seguimientos políticos de mentira, en el mundo de los votos reales ya se llevan dos semanas que si voy, que si vengo. Un cambio de lo que había a lo que puede haber no se gestiona en un vermú, pero tampoco hace falta elaborar tesis doctorales y llamadas a pie de página si algunos objetivos son coincidentes y muchos asumibles. A ver si entre unos que no se bajan de lo que fueron y ya no son y otros que van a zancadas como si a su alrededor no hubiera trampas, se va a llegar al sábado de los alcaldes con asignaturas pendientes. Es de suponer que unos y otros y los de más allá habrán tomado nota de la decisión de los populares aragoneses de volver a la batalla que en la noche del 24-M dieron por perdida. A veces, las bancadas de escaños y concejalías no se resumen en un punto matemático, exigen también conocimiento del medio, cierta empatía y menos humos, que los ciudadanos ya han hablado. Ahora les toca a los elegidos saber interpretar lo que el censo electoral les ha encomendado, pero también saber alcanzarlo y estos días se han dejado sentir ciertos amagos de que todavía no está claro lo que es inevitable. La política se tiene que abrir paso. Y los adjetivos que la acompañen serán el resultado de los roces y encajes de las fuerzas que la practiquen. Sin complejos. Para eso se ofrecieron. Como en los concursos... hay que resolver. Y por delante, cuatro años para currar.