Opinión | EL RINCÓN DE PENSAR

Bulo y fango, punto y seguido

Una semana después de la reflexión de Sánchez, desde Aragón se llama mentirosa a la ONU como un ejemplo más de esa estrategia de triturar la credibilidad de quien critica o fiscaliza al Gobierno

No sé si ustedes aprecian algún cambio en Aragón o España tras todo lo ocurrido en la última semana con el paréntesis de cinco días de Pedro Sánchez para reflexionar sobre qué hacer con su vida o su posterior regreso prometiendo impulsar una regeneración en la política que suponga un punto y aparte. Diría que por ahora lo que hay es solo un punto y seguido, hacia un más de lo mismo que me atrevería a decir que casi nos empuja a un escenario aún peor. Son muchas las señales de que solo ha servido de impulso a las dos nuevas palabras de moda: fango (con o sin máquina) y bulo. Parece que un discurso que no incluya algunas de estas dos palabras tienen pocas posibilidades de calar. Lo de los debates de fondo que lo justifiquen, ya si eso para otro día. Como decía Valle Inclán a través de su centenaria obra Luces de Bohemia, a España solo es posible entenderla desde su deformidad.

Aunque la estrategia actual es tan simple que sorprende lo bien que funciona. ¿Que la ONU afee al Gobierno de PP y Vox que deroguen leyes de la memoria para imponer su ideologizada concordia porque eso supone blanquear los crímenes del franquismo? Bulo. ¿Que alguien acusa al vicepresidente aragonés por su constante discurso xenófobo, racista y homófobo? Fango ¿Que alguien critica al presidente porque Aragón se saque de la manga un premio a la tauromaquia minutos después de que el Gobierno anuncie que elimina los que concedía a nivel nacional? Fango y bulo. ¿Que Ferraz desautoriza al PSOE de Lambán y elige como candidata a las europeas a la persona que ha apoyado solo el 2% de la militancia en la comunidad y desecha a la que ha recabado casi el 90%? Pues hombre, claro, que una cosa es que Pedro Sánchez esté afectado y más débil por la denuncia contra su esposa y otra es que se le haya olvidado quién manda en el PSOE y que a sus afines de Huesca hay que mimarlos.

Un día estás subido en un autobús poniendo rumbo desde Aragón a Madrid para pedirle a Sánchez que no se vaya y dos días después lo estás crucificando por su actitud autoritaria

La deriva que está siguiendo muchas veces la política en los últimos años es que puede llevar a situaciones realmente curiosas. Un día estás subido en un autobús poniendo rumbo desde Aragón a Madrid para pedirle a Sánchez que no se vaya, que no abandone, que luche, y dos días después lo estás crucificando por su actitud autoritaria y pensando que ojalá se marche pronto porque sus formas son insoportables. Un día le abrazas porque lo notas quebrado y otro le arreas un bofetón (verbal) en público porque sigue humillándote a ti o a los tuyos. No hay término medio en el PSOE, son pura verdad en cada paso adelante y atrás en su relación con el líder.

Pero, sin salir de Aragón, ¿en qué ha quedado toda esa reflexión sobre el fango y los bulos de los que hablaba Sánchez? Sinceramente, creo que, a base de llamar bulo y fango a casi todo lo que le perjudique, la derecha y la ultraderecha le ha arrebatado esa bandera para darle la vuelta a la tortilla y crear, por repetición de ambos términos, la duda de quién encendió primero esa máquina del fango o quién miente realmente a la opinión pública. Al fin y al cabo, esa estrategia es perfectamente compatible con esa mezcla de oportunismo, improvisación, populismo y vocabulario grosero que caracteriza últimamente a parte de la clase política. Si me atacan, es porque quieren convertir el debate en un lodazal (otra palabra de moda). Y si consigo un titular con la última barbaridad que se me pase por mi cabeza, a la próxima pensaré en otra todavía más gorda. No me extraña que cada vez se rodeen de más y más asesores, la imaginación es un bien escaso.

Se nos están agotando los asideros a los que agarrarnos para creer en algo o fiarnos de alguien que se presuponga mínimamente imparcial. ¿Qué pasará cuando ya no quede nada?

Pero no todo vale. Ya me parecía grave que cualquier mentira –acreditada que lo era– que se presente en un juzgado pueda llevar a un juez a abrir diligencias contra alguien, se llame como se llame, porque da la sensación de que nadie estamos a salvo. Pero también es grave que toda una institución como la DGA, y en la figura de su presidente, llame a la ONU mentirosa públicamente, asegure que sus informes son bulos y que nada de lo que afirman es de fiar. No solo por aquello del respeto institucional a una organización de la que España forma parte, sino porque esto de etiquetar a todo como fango o bulo está triturando la credibilidad de todo aquello que pueda ejercer de árbitro o juez. Se nos están agotando los asideros a los que agarrarnos para creer en algo o fiarnos de alguien que se presuponga mínimamente imparcial. Empezaron por los medios de comunicación, siguieron por los jueces y ahora hasta los relatores internacionales. ¿Qué pasará cuando ya no quede nada?