Especial 23A

El incierto mapa político aragonés

Las elecciones autonómicas y municipales van a dibujar un mapa político muy fragmentado en el que los pactos volverán a ser los protagonistas. Los pronósticos prevén un reforzamiento de PSOE y PP, mientras que Teruel Existe puede tener la llave del Pignatelli

Salón de Plenos de las Cortes de Aragón.

Salón de Plenos de las Cortes de Aragón. / Ángel de Castro

A un mes de las elecciones autonómicasy municipalesdel 28 de mayo, existe una gran incertidumbre sobre cuál va a ser el desenlace final. ¿Se materializará el cambio de ciclo capitaneado por el PP de Jorge Azcón o, por el contrario, el socialista Javier Lambán conseguirá su tercer mandato consecutivo al frente del Gobierno de la comunidad?

Los pronósticos coinciden en que el bipartidismo de PP y PSOE se va a ver beneficiado de una pugna electoral de desenlace incierto, que va a dejar un mapa político aragonés extremadamente polarizado y en el que el centro derecha, fruto de su fragmentación, corre el riesgo de desaparecer del Parlamento aragonés por primera vez en 40 años. Se da por seguro que las urnas van a dibujar un escenario complejo del que va a sobresalir Teruel Existe. Según algunas estimaciones, la formación turolense pude ser decisiva en la elección del futuro inquilino del sillón del Pignatelli. 

40 años de pactos

Sea cual sea el resultado que arroje el 28 de mayo, no hay duda de que ninguna fuerza política gobernará con mayoría absoluta y el diálogo seguirá siendo crucial para facilitar, bien en una coalición o a través de pactos puntuales, la gobernabilidad de la comunidad. Volverá a repetirse lo ocurrido en las diez legislaturas transcurridas desde que el PSOE ganó en 1983 las primeras elecciones autonómicas, fecha de la que se han cumplido ahora 40 años.

El PSOE de Santiago Marraco se quedó en 1983 a un solo diputado de la mayoría absoluta y gobernó gracias a los pactos poselectorales. Ningún partido ha logrado en cuatro décadas la ansiada mayoría absoluta necesaria para gobernar en solitario y la próxima legislatura parece que no va a ser una excepción. Lo contrario sería una sorpresa que no entra en ninguna de las quinielas posibles.

Contra todo pronóstico, al presidente aragonés, Javier Lambán, se le ha complicado un final de legislatura que meses atrás preveía plácido tras la aprobación sin contratiempos de los cuartos y últimos presupuestos de su segundo mandato. Lambán había expresado incluso en público en más de una ocasión su deseo de reeditar, si así lo permiten los resultados electorales, el cuatripartito que ha gobernado la comunidad en esta legislatura, formado por PSOE, PAR, CHA y Podemos, una alianza insólita en la historia autonómica que, contra los augurios más agoreros, ha sobrevivido a la pandemia del covid y a las consecuencias económicas de la invasión rusa de Ucrania.

En cuatro años de legislatura, pese a ser cuatro fuerzas politicas rivales -el PAR está en las antípodas de Podemos- que nunca se habían sentado juntas en la mesa del Consejo de Gobierno, el cuatripartito ha exhibido una solidez y capacidad legislativa sorprendentes, que solo se ha desestabilizado en los últimos compases de la legislatura con el acelerón que Lambán ha impuesto al polémico proyecto de la unión de estaciones de esquí del Pirineo.

A pesar de que tanto CHA como Podemos se han mostrado beligerantes con la unión de Formigal y Astún a través de Canal Roya, proyecto que necesita 26,4 millones de euros de dinero europeo para ser realidad, la continuidad del Gobierno no ha corrido riesgo aparente.

Sin embargo, el PAR, uno de los pilares de esa alianza, ha saltado en pedazos en los últimos meses y corre el riesgo de desaparecer tras casi 40 años de gobernar en coalición con PSOE o PP. Desde enero se han precipitado los acontecimientos y se ha mostrado con toda su crudeza una crisis interna que se venía fraguando desde la polémica reelección de Arturo Aliaga al frente de los aragonesistas.  

El PAR se parte entre tres

Lambán supo desde su habitación en el hospital Miguel Servet de Zaragoza, en donde permaneció ingresado cuatro días como consecuencia de una infección de orina, que el PAR, su socio prioritario, cuyos tres diputados han otorgado la mayoría parlamentaria al cuatripartito en esta legislatura, cambiaba de líder tras el triunfo de una moción de censura presentada por el sector crítico a Aliaga. Su lugar ha sido ocupado por Clemente Sánchez Garnica, que en las últimas semanas se ha volcado en resucitar un partido que hasta su llegada no había designado siquiera a sus cabezas de lista de Zaragoza, Huesca y Teruel, como tampoco había cerrado el resto de candidaturas.

Sánchez-Garnica, nuevo presidente del PAR, atiende a los medios de comunicación tras la moción de censura

Sánchez-Garnica, nuevo presidente del PAR. / ÁNGEL DE CASTRO

Sánchez Garnica se ha centrado en achicar agua de un barco aragonesista que se ha partido en tres trozos. Por un lado, el sector oficial que intenta mantener un partido seriamente tocado. Por otro lado, un grupo de críticos, liderados por la exdiputada y exconcejala zaragozana Elena Allué que han encontrado su tabla de salvación in extremis en las listas del PP a través de la Plataforma Aragonesista-Aragoneses.

El pacto electoral entre los díscolos y Azcón incorpora a los exmilitantes del PAR como independientes en las listas conservadoras autonómicas y, quién sabe, si también tendrán hueco en las elecciones generales del próximo mes de diciembre. Mientras el PAR se desangra, ¿qué ha sucedido con Aliaga y sus afines? Es probable que Aliaga deje la política, mientras que alguno de sus seguidores han impulsado otra fuerza aragonesista que se suma a este caos: Tú Aragón

Desbandada en Ciudadanos

En cuanto a Ciudadanos, el otro partido de centro que Lambán estaría dispuesto a sumar a esa futura alianza para no verse en la obligación de arrojarse a los brazos de Podemos o de Teruel Existe –si se cumplen los pronósticos y la fuerza turolense entra en las Cortes–, ha proseguido con su acelerada descomposición. Sus cargos han protagonizado una auténtica desbandada. Ningún concejal naranja va a repetir en la próxima legislatura, lo que sitúa al partido en una difícil situación de no retorno.

La actual vicealcaldesa de Zaragoza, Sara Fernández, no dejó pasar ni 48 horas de la cita congresual madrileña para confirmar lo especulado, que al final de legislatura dejará Ciudadanos sin descartar su salto al PP. A Fernández le siguió el anuncio del concejal de Urbanismo, Víctor Serrano, de que tampoco tiene ninguna intención de competir en las primarias. Ambos han abandonado la formación naranja y han entrado en las listas del PP como independientes.

En las elecciones del 28 de mayo, cobran especial importancia quince escaños, los tres que tiene el PAR en estos momentos en las Cortes y los doce de Ciudadanos. Es decir, casi una tercera parte del Parlamento, un bocado muy apetecible que puede dar o quitar mayorías. Y, mientras tanto, la izquierda de Aragón ha vuelto a tropezar en la misma piedra de anteriores elecciones.

Si hace cuatro años su falta de unidad permitió que el popular Azcón llegara a la alcaldía en Zaragoza, en las próximas elecciones del 28 de mayo, Izquierda Unida, Podemos y Chunta Aragonesista volverán a concurrir cada uno por su lado, tanto en el Ayuntamiento de Zaragoza como en las Cortes de Aragón. A pesar de que coinciden en muchos asuntos clave e incluso los podrían defender codo con codo. Asuntos como la lucha contra la unión de estaciones de esquí, la movilidad o el modelo de desarrollo territorial.

Pese a esas evidentes coincidencias ideológicas y en la forma de hacer política, no hay candidatura conjunta de la izquierda en Aragón. Han fracasado las numerosas intentonas de IU y de Zaragoza en Común en la búsqueda de una candidatura conjunta. Como también han caído en saco roto las decenas de firmas de militantes y simpatizantes de izquierdas que han respaldado el manifiesto a favor de la unidad de las fuerzas progresistas, promovido por la Plataforma Aragonesa Progresista, que agrupa a personas vinculadas con distintos ámbitos sindicales y políticos y sin afiliación específica.

Cada partido se niega a entrar en una coalición de izquierdas que difumine sus siglas. Prefieren ir a la guerra electoral por su cuenta, convencidos de que están en posesión de la única verdad para transformar la sociedad y, en consecuencia, piensan, que son imprescindibles por encima de los demás posibles socios. Las actitudes sectarias, las cuentas pendientes y los enfrentamientos personales se han impuesto una vez más a la convergencia en un espacio conjunto a la izquierda del PSOE.