Las distintas prospecciones realizadas han puesto el alto grado de desconocimiento que se da ya entre la población ribereña sobre la existencia de este tipo de especies en aguas del Ebro. "Los únicos vecinos del tramo alto que conocían la presencia de náyades eran los más cercanos al canal de Tauste y al Imperial, pero todos pensaban que solo vivían en estas infraestructuras, y no en el propio río", indican en la CHE. Y en la ribera baja, "ningún vecino tenía consciencia de la presencia de náyades hasta llegar a Gelsa".