Habría que preguntarse de qué Biscarrués estamos hablando. Centremos el tema. La intercuenca Gállego-Cinca es deficitaria con respecto a los planes de regadío del Alto Aragón, pese a las últimas tecnologías aplicadas en Monegros. Las aportaciones reguladas provienen del Cinca y el Gállego con un matiz fundamental: la capacidad de los embalses en el primero no llega al 50% de la aportación media anual del río y controlan la cuenca aguas arriba de la toma del Canal del Cinca, mientras que en el Gállego no llega ni siquiera al 15% y está situada en la cabecera, con lo cual existe una gran cuenca vertiente sin regulación aguas arriba de la toma del Canal del Gállego. Esto sustenta la prioridad de actuación para regular los caudales del Gállego.

Desde los setenta la Confederación Hidrográfica del Ebro (CHE) la ha estudiado. Baste recordar nombres como Senegüé, Javierrelatre, Anzánigo... Del estudio de alternativas se decantó por el embalse de Biscarrués, situado en un tramo del Gállego muy modificado entre las presas de La Peña y Ardisa. Se disminuyó su capacidad con declaración de impacto ambiental positiva, plan de restitución territorial y obras adjudicadas. El embalse permitía obtener 108 GWh/año.

Toda obra pública genera oposición, a veces entendible y otras consecuencia del efecto NIMBY (not in my back yard traducible por un no en mi jardín). Los temas impedían llegar a un consenso: la inundación del núcleo de Erés (pedáneo de Biscarrués) y el uso deportivo de la mayor parte del tramo de río Gállego.

En el 2006 la Comisión del Agua de Aragón alcanzó un acuerdo mayoritario sobre la propuesta de regulación del Gállego elaborada por la Ponencia de Obras del Pacto del Agua, tras no pocos esfuerzos, basado en un embalse pequeño que no inundara Erés, permitiera el uso deportivo y minimizara expropiaciones. Además permite remansar las aguas de la cuenca intermedia del río para conducirlas por los canales del Gállego y de Monegros hasta un embalse lateral en Almudévar. Esta solución de consenso representa una digna salida para todos, pues todos habían cedido. Tendría que ser el exponente de la concertación y no la demostración de la ineficacia y desencanto. La solución merece la pena analizarse bajo diversas vertientes:

Bajo el punto de vista social nadie tendrá que desplazarse de Erés. Dada la reducida dimensión de la casuística, me parece que con el embalse grande se hubiesen podido tratar individualmente y resolver los casos a satisfacción dentro del propio municipio. La posibilidad de reversión de futuros beneficios del salto hidroeléctrico a la zona hubiese ampliado las posibilidades de consensos. Pero la serenidad necesaria para abordar estos procesos es difícil.

Si consideramos los aspectos técnicos la regulación en el propio cauce de un río es más eficiente que la regulación en embalse lateral mediante derivación, y cada vez lo será más con los regímenes pluviales extremos que se auguran; la torrencialidad y la capacidad de derivación de caudales de una cuenca sin regulación al embalse lateral será un cuello de botella. Por eso un embalse en cierta medida laminador es necesario para frenar las riadas. Y como consecuencia esta solución de consenso es menos eficiente y más cara que la propuesta original.

Medioambientalmente, hay un aspecto que considerar. Hoy, el binomio agua-energía, no se puede separar. El principal problema medioambiental de la humanidad es el cambio climático, que incidirá en los caudales de los ríos y su distribución. Con el embalse grande la energía hidroeléctrica obtenida evitaba la emisión anual de 80.000 T. de CO2, con el pequeño se anula esta posibilidad. Por otra parte, el almacenamiento de las aguas del Gállego en el embalse de Almudévar requerirá energía de bombeo, con lo cual no solo no se produce energía sino que se consume.

Se ha demostrado que es difícil llegar a soluciones con acuerdos mayoritarios por la genética aragonesa con el agua, pero con Biscarrués se ha llegado. Son necesarios pero tienen un grave inconveniente: la frustración que crean si no se cumplen. Así como Biscarrués pequeño más el embalse de Almudévar, es una solución socialmente más aceptable, no lo es bajo el punto de vista económico y presenta dudas bajo el medioambiental. También estos puntos de vista conforman el vocablo sostenibilidad pero, con el consenso alcanzado, sería triste que las generaciones futuras nos recriminaran nuestra falta de determinación.