El Estatuto de Autonomía cumple 40 años desde su aprobación. ¿Qué destacaría de estas cuatro décadas?

En primer lugar, el hecho de que la sociedad aragonesa tomara conciencia de sus propias capacidades, de su energía, de los problemas y carencias sabiendo que tenía instrumentos para solucionarlos ha supuesto un cambio total, radical, de la realidad. En estos años, ha habido una diversificación muy importante de la economía aragonesa. También destacaría que, frente a algunos tópicos, el medio rural ha experimentado un avance formidable. Los pueblos, las calles, los servicios de los años setenta, no tienen nada que ver con los actuales. Y, sobre todo, destacaría que, a la hora de planificar el futuro, Aragón cuenta con esta experiencia magnífica de 40 años para saber cómo hay que hacer las cosas bien.

¿Le falta algo a este Estatuto? Hay quien opina que todavía está incompleto.

No echo nada en falta en el Estatuto. Ni necesito más competencias ni necesito ninguna reforma ni nada por el estilo, necesito financiación suficiente para que se cumpla cabalmente el Estatuto en lo que se refiere a los servicios públicos y a las inversiones.

¿Entiende que la financiación autonómica sigue siendo el gran incumplimiento del Estatuto? 

Efectivamente, porque permitiría no solo financiar de manera suficiente los servicios públicos, sino poder acometer políticas de inversión. Hay que tener en cuenta que si hace 20 años los gobiernos autonómicos en momentos de crecimiento de la economía obtenían dinero suficiente para hacer políticas inversoras, poco a poco el desarrollo del capítulo de los servicios desde el punto de vista presupuestario ha supuesto que el margen haya quedado reducido a su mínima expresión. Esta circunstancia se traduce en que haya deficiencias muy importantes en materia de carreteras, por ejemplo. Es cierto que tenemos mal las carreteras, pero es porque no tenemos dinero para arreglarlas. 

"Es difícil de casar reclamar más financiación y reducir impuestos"

Las políticas económicas que hacemos tienen más que ver con instrumentos normativos, con generación de entornos favorables a la inversión, que con la disponibilidad de recursos económicos para estimular determinados sectores. Hacemos cosas con unas limitaciones presupuestarias brutales y eso no es lo que está recogido en el espíritu del Estatuto. Por no hablar de que la deuda se está incrementando sustancialmente. Hemos tratado de ser un Gobierno cumplidor de las reglas fiscales, pero, a pesar de todo, dada la insuficiencia financiera, es muy difícil cumplirlas. 

Somos una de las comunidades autónomas que mejor está soportando la deuda. Estamos por debajo de la media. Cómo se resuelve esta situación, pues con un cambio radical en la financiación, que, por cierto, lleva otro debate importante que es el de la fiscalidad. Reclamar que hace falta una mejora sustancial de la financiación autonómica y a la vez decir que el Gobierno de España y las autonomías tenemos que reducir los impuestos es difícil de casar.

Da la impresión de que el nuevo modelo de financiación se va a meter de nuevo en el cajón hasta después de las elecciones.

Yo diría que a estas alturas hay que darlo por finiquitado como objetivo para esta legislatura. En el 2014 se tenía que haber revisado; en el 2017, Rajoy convocó una conferencia de presidentes y dio la impresión de que surgía de manera definitiva el debate de la financiación. Se hicieron documentos técnicos, se avanzó bastante, luego hubo un cambio de Gobierno. El nuevo Gobierno ha hecho varios intentos… En Aragón, hemos mantenido una política acertada. Hemos conseguido acuerdos en las Cortes sobre el modelo de financiación y hemos logrado crear un lobby con otras comunidades por este asunto. Tenemos claras las posiciones y las ideas, pero la verdad es que desde 2014 no hemos avanzado ni un centímetro. 

Por cierto, Galicia forma parte de ese lobby de autonomías al que usted se refiere. Núñez Feijóo participó siendo todavía presidente gallego. ¿Cree que el líder del PP mantiene su planteamiento respecto al tema de la financiación? ¿Ha hablado con él últimamente?

Sinceramente, no hemos hablado. Nos vimos en la Palma. Me imagino que tendrá más dificultades en el tema de la financiación, porque ahora es el presidente del PP de toda España. Espero que le quede vivo algún rescoldo que tiene de la financiación.

"Si uno cree en el autogobierno como yo, tiene que aspirar a fortalecer Aragón pero no en términos de confrontación con España"

 Ha dejado claro que, a su juicio, Aragón se siente cómodo con el traje autonómico de los últimos 40 años. ¿Qué va a pasar con algunas competencias que todavía están pendientes de transferir del Estado? 

Evidentemente, cualquier aragonés que entiende que el Estatuto tiene que ser la guía del camino no puede renunciar a ninguna transferencia siempre y cuando venga bien dotada financieramente por el Gobierno. Si he de decir la verdad, en este momento no es mi prioridad. Mi prioridad es gestionar las que tenemos, pero bien financiadas. 

Para desarrollar el Estatuto de una forma cabal es fundamental la reforma de la Constitución y del Senado. La visión que tengo del autogobierno aragonés no es una visión excluyente propia de los nacionalistas. Aragón debe desarrollar todas sus capacidades pero no frente a España ni frente a las comunidades autónomas. Hay que hacer más fuerte un gran proyecto nacional. Y eso pasa porque de una vez el Senado se convierta en Cámara de representación territorial, pasa por una reforma de la Constitución para asentar el modelo y diga con claridad cuáles son las competencias autonómicas y cuáles son las del Estado; y organizar las relaciones bilaterales entre la comunidad autónoma y el Gobierno central. No existe de una forma organizada. Esas son las cuestiones que consolidarían el modelo autonómico, que es un modelo federal. Aunque me parece que esta cuestión tampoco forma parte de la agenda política. Si uno cree en el autogobierno y es un ferviente partidario de la aplicación del Estatuto, yo lo soy, tiene que aspirar a fortalecer Aragón pero no en términos de confrontación con España. No hay que ir hacia la recentralización, sino hay que incorporar las peculiaridades de cada autonomía a un proyecto nacional. Se trata de valorar lo que han significado estos 40 años y desarrollar una visión de España en red frente a la visión radial anterior. 

Los aragoneses que nacieron hace 40 años con el Estatuto están preocupados por la falta de estabilidad laboral. Carecen de la seguridad económica de sus padres. 

Lo que cada gobierno autonómico intenta es precisamente tender hacia la estabilidad laboral de los ciudadanos. Y para eso tiene que haber una economía sana, una economía que garantice cotas de crecimiento aceptables, aunque si empezáramos a especular sobre el futuro, a lo mejor resulta que los parámetros a los que nos aproximamos ya no van a ser de esa naturaleza. Creo que nos podemos aproximar más a parámetros en los que la fijeza y la estabilidad laboral no son lo que la Comunidad ofrece ni demandan los ciudadanos. Ese es otro debate. Ahora, de lo que se trata es de garantizar a esa gente estabilidad y un trayecto de vida en el que pueda pensar en el futuro. Y eso pasa por un sistema productivo eficiente, por una legislación laboral y por poner las cosas fáciles a la gente. Hay dos políticas que son prioritarias en el Gobierno: una es la Formación Profesional, que va a ser clave, y hay otra fundamental, que es la habilitación de miles viviendas de alquiles para jóvenes. 

Hablando de futuro, ¿se imagina cómo puede ser Aragón dentro de 40 años?

 Tengo claro que no estaré (risas). Lo ocurrido entre 1982 y el 2022 ha sido lo que ha sido, en 1982 el Aragón actual era inimaginable, ha mejorado en todos los terrenos. Sería pretencioso decir por mi parte cómo será el Aragón dentro de 40 años, porque no lo saben ni los economistas, ni los sociólogos, ni los políticos, ni absolutamente nadie. Estoy convencido de que dentro de 40 años, Aragón será mucho mejor que el actual. Seguro que dentro de diez años será radicalmente distinto al actual. La prioridad de un político debería ser ponerse las pilas y tratar de adivinar por dónde van a ir las cosas y eso es muy complicado.