El Periódico de Aragón

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LA TRANSICIÓN ENERGÉTICA EN LA COMUNIDAD

Andorra confía en el maná de las renovables para resurgir

Los extrabajadores de Endesa creen que los nuevos proyectos reactivarán la zona | El municipio, donde solo nacieron 38 niños en 2021, pierde 800 habitantes en 7 años

Varios operarios instalan placas fotovoltaicos en el entorno de Andorra. EL PERIÓDICO

"Necesitamos que venga alguna empresa ya para poder mantener la población que tenemos, pero sobre todo para que la gente tenga un empleo porque se está yendo del municipio". El lamento es de Ángel Villén, extrabajador de una subcontrata de Endesa en Andorra que perdió su empleo cuando le comunicaron el cierre de la central térmica hace ahora más de dos años. Él es uno de tantos que tuvieron que buscarse la vida para salir al paso en mitad de la crisis de la minería del carbón, una reconversión que ha pasado factura a toda la comarca y ha llevado al municipio a la desesperanza y el desencanto.

Ángel tuvo que pasar su particular travesía por el desierto. Estuvo trabajando apenas dos meses en una ETT y permaneció otros seis en el paro hasta que encontró un puesto de trabajo en una empresa vinculada a Samca, una de las compañías que siguen fieles al territorio. Trabaja en el desmonte de las arcillas que luego se transportan a Ariño, donde se tratan antes de llevarlas a Castellón. "Tenía el carné de camión y encontré este trabajo estable donde llevo algo más de un año", afirma Villén, que reconoce que muchos de sus compañeros han tenido que dejar Andorra tras cerrar la térmica.

Evolución de la población y el empleo en Andorra. EL PERIÓDICO DE ARAGÓN

Es el caso de Adrián, que no quiere dar su nombre real por miedo a no volver a Andorra. A él le recolocó Endesa en un pueblo del Pirineo de Lérida, donde lleva dos años trabajando y al que viajó con su hija de nueve porque solo dos años antes del cierre de la térmica se quedó viudo. «Lo único que quiero es volver a mi tierra», afirma apenado mientras repasa todo lo que se ha dejado en el municipio turolense.

Desde aquel junio de 2020, Andorra vive en estado de 'shock' y cunde el desánimo entre sus vecinos, que confían en que, finalmente, cristalicen las innumerables promesas que han escuchado durante los últimos años.

Un margen para la esperanza

El anuncio de la adjudicación a Endesa del Nudo energético de Andorra parece haber devuelto la esperanza a una comarca que camina lento hacia el final del túnel. El proyecto, que podría crear hasta 3.000 empleos (solo 300 serían indefinidos en el largo plazo), contempla 2.000 millones de inversión para aprovechar los 1.202 megavatios de capacidad que se liberaron con el cierre de la central. Endesa incluye entre sus planes poner en marcha en Andorra una fábrica de electrolizadores para la generación de hidrógeno verde, así como una planta de seguidores solares, un centro logístico de recuperación de aerogeneradores o una plataforma de economía circular para parques renovables.

"La gente nueva que ingresó en la central en el 2000 se ha ido fuera a buscar empleo"

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La música suena bien, pero a los ciudadanos del municipio turolense les falta la letra, es decir, ver hechos tangibles. La transición energética que ha sufrido la comarca coincide con el desmantelamiento de la central y estuvo salpicada de cursos de formación y recolocaciones, algo que, según Villén «nunca llegó de la forma que nos prometieron».

El expresidente del comité de empresa de Endesa, Hilario Mombiela, hace un diagnóstico similar. «Todo se ha dilatado mucho y la incertidumbre se ha extendido en estos años, lo que ha obligado a la marcha de muchos compañeros», señala. «Ha sido una escabechina porque la gente nueva que ingresó en la central a principios del año 2000 se han ido fuera a buscar empleo», lamenta.

Los datos corroboran las sensaciones que tienen los extrabajadores del carbón. Andorra cerró 2021 con 7.327 habitantes. Son casi 800 menos que en el año 2015 (8.065), lo que evidencia la sangría que ha causado la progresiva desaparición de la actividad minera. Otro dato que refleja el peaje que está pagando el municipio es que el pasado año solo nacieron 38 niños frente a los 81 del año 2016, lo que ha dejado la tasa de natalidad en el 6,83%, según los últimos datos publicados por el Instituto Aragonés de Estadística (Iaest).

Además, el número de afiliados a la Seguridad Social en la industria, caracterizado por contar con mejores salarios y una mayor estabilidad laboral, ha pasado de los 507 en 2018 a solo 267 en 2021. Dicho de otra forma, el sector secundario ha pasado de representar el 27,3% de la actividad global a solo el 16,84%.

El 10% de las viviendas de Andorra se encuentra vacía y la tasa de nupcialidad está en el 1,72%

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El éxodo de los últimos años también explica que el 10% de las viviendas de Andorra se encuentren vacías (414 de un total de 4.013 inmuebles) y que la tasa de nupcialidad (las bodas celebradas) sea de un 1,72% en 2021.

«Antes la gente se casaba joven, se compraba una casa y vivía con cierta estabilidad, pero eso ya no sucede. Solo confiamos en que todo vaya hacia arriba a partir de ahora», apunta Hilario Mombiela, que recalca que, más allá de los proyectos en energías renovables que se proyectan en la zona, lo importante serán los planes de acompañamiento que lleve aparejados Endesa. Este extrabajador de Endesa, ya jubilado, confía en que las iniciativas de la compañía permitan el retorno de muchos compañeros más pronto que tarde. 

El llanto del recolocado: "Daría todos mis ahorros por volver"

Se dice llamar Adrián, pero no quiere dar su nombre real por miedo. Tiene 45 años y lleva prácticamente dos trabajando en La Pobla de Segur, un municipio del Pirineo de Lérida al que Endesa le destinó tras el cierre de la central térmica de Andorra en junio de 2020. Él es uno de los empleados que la eléctrica recolocó por tiempo definido, pero los 48 meses que ya han transcurrido se le hacen eternos. «Lo que más deseo en esta vida es volver a Andorra», asegura Adrián, que dice que estaría dispuesto a dar «todos mis ahorros por regresar».

En Lérida no tiene a nadie, tan solo algún amigo que le abrió las puertas de su casa nada más aterrizar en el nuevo puesto. Pero poco más. Pese a ello, resiste, aunque a duras penas. En este tiempo, ha solicitado una nueva plaza hasta en doce ocasiones para intentar acercarse lo máximo posible a su localidad, pero no ha habido suerte por ahora. «Esta situación me está llevando al agotamiento psicológico», reconoce Adrián, aunque no se resigna. De hecho, acaba de empezar a estudiar, 27 años después como alternativa a una situación que se prolonga demasiado tiempo.

"Esta situación me está llevando al agotamiento psicológico. Pero tenía dos opciones: irme a Lérida o pedir la cuenta"

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La noticia de la adjudicación del Nudo energético de Andorra es un halo de esperanza para este andorrano que tuvo que desplazarse a más de 250 kilómetros de su ciudad para trabajar. Entonces no se lo pensó. «Tenía dos opciones: irme a Lérida o pedir la cuenta», señala Adrián, que se llevó consigo a su hija a La Pobla de Segur cuando tenía solo nueve años. Enviudó al fallecer su mujer por cáncer tan solo dos años antes del cerrojazo a la minería en la comarca de Andorra, y ahora se ocupa de su hija que está a punto de cumplir 12 años.

«Uno de cada tres fines de semana tengo guardia en el trabajo, pero el resto voy a Andorra porque ella tiene que ver a sus abuelos y bisabuelos, pero también tiene allí su entorno familiar y sus amigos», destaca este empleado de Endesa que intenta evitar su desarraigo por todos los medios.

Ahora, ella habla catalán porque se lo exigen en el instituto en el que cursa estudios, pero para ello tuvo que contratar a una profesora a la que pagaba 160 euros al mes. «Entre estos gastos, el alquiler y la gasolina (viaja dos o tres veces al mes a Andorra) y algún otro se me van entre 800 y 1.000 euros al mes», asegura Adrián, que añade que las compensaciones que le dieron por la recolocación se han esfumado.  

Los 33.000 kilómetros que recorre con su coche todos los años para regresar a Andorra cada fin de semana son un bálsamo, pero nada es suficiente. Sus compañeros de más de 56 años accedieron a la prejubilación, pero muchos otros como él siguieron en la empresa.

«Yo soy el segundo que más lejos está porque a otro compañero lo destinaron a Mahón», lamenta, mientras recuerda que los empleados de Andorra han sido los que peor parados han salido en la transición energética, puesto que muchos tuvieron que abandonar sus hogares, a pesar de que la compañía inició los planes de desmantelamiento de la central térmica y puso en marcha cursos de formación. 

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