25-N la lucha contra esta lacra social

Día mundial contra la violencia de género: "Dejé de callarme porque me iba a matar"

EL PERIÓDICO DE ARAGÓN charla con Patricia, víctima de violencia de género durante 6 años

Día mundial contra la violencia de género: "Llegó a ofrecerme dinero para que le perdonara todo"

Imagen de una manifestación del 8M.

Imagen de una manifestación del 8M. / El Periódico de Aragón

Judit Macarro

Judit Macarro

El día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la mujer se celebra anualmente cada 25 de noviembre para denunciar la violencia que se ejerce sobre ellas en todo el mundo y reclamar políticas en todos los países para su erradicación. En Aragón, las llamadas al teléfono gratuito por casos de violencia de género han repuntado este año.

Desde 2002, en la comunidad han sido asesinadas 33 mujeres. La última fue María del Carmen, de 39 años, quien el pasado mes de marzo murió a manos de su exmarido en Villanueva de Gállego. Actualmente, hay 2.152 aragonesas con un seguimiento activo del sistema Viogén. El teléfono 016 es gratuito y no deja rastro en el listado de llamadas.

«Al principio parecía una persona normal, hasta que me anuló»

Siete años de relación, seis de maltrato «de todo tipo». Así comienza la historia de Patricia (nombre ficticio), zaragozana de 48 años y víctima de violencia de género con la que este diario ha podido contactar gracias a la Asociación Somos Más. Patricia tenía 29 años cuando empezó su «infierno», que se acabó en 2010, igual que acaban «todas las demás situaciones de abuso». «Llega un día en el que tu cabeza hace ‘clic’ y en mi caso fue porque me di cuenta de que me iba a acabar matando», explica.

El primer año, como los comienzos en todas las relaciones amorosas, «fue bueno, parecía una persona normal». Pero con el tiempo Patricia se dio cuenta de que, el que ya es su expareja y maltratador, «no era quien me había vendido ser». El primer paso del agresor, tal y como marca el patrón, fue a nivel psicológico, «te anula como persona y te aísla de tus seres queridos», asegura.

«Cuando empieza el maltrato físico es cuando despiertas», lamenta Patricia. Pero entonces, aparece otro enemigo: «la vergüenza». «No quieres que nadie de tu círculo ni de tu familia se entere de que tu marido te pega. Te lo callas e intentas aguantar, o esperas que la situación cambie. Pero, cuanto más te silencias, más te distancias de los demás», declara.

Los gritos, las peleas y las agresiones empiezan a formar parte de la rutina, y cada vez son más frecuentes. «Hasta que llega el día en el que dices que hasta aquí. Es entonces cuando llamas a la policía o pones la denuncia desde el hospital, a donde te ha mandado tu agresor», continúa narrando.

En su caso, no fue ella quien llamó a la comisaría, sino sus vecinos. «Intenté hacerlo, pero solo pude escapar al rellano donde grite: «que alguien me ayude por favor, me va a matar», rememora Patricia. Al echar la vista hacia atrás recuerda aquel día como «el momento en el que desperté, porque sino iba a acabar muerta», asegura.

Antes de que todo explotara, su postura ante las agresiones era todo lo contrario. «Cerraba las ventanas y las puertas para que no nos escuchara nadie», menciona.

Por aquel entonces, sus dos hijos «todavía eran muy pequeños», pero aun así «ellos se enteraban de todo lo que pasaba». Ella cuenta que en los momentos de violencia «los niños aprenden a hacerse invisibles frente al maltratador. Hacen poco ruido para evitar desencadenar cualquier tipo de problema».

A partir del día en el que se atrevió a romper su silencio, cambiaron muchas cosas, pero «todavía me quedaba un duro camino por delante». Patricia rememora los juicios con impotencia, «porque no se tiene en cuenta la seguridad de los niños, a los que se les expone a una custodia compartida y a tener que seguir conviviendo con un maltratador».

Señala esta situación como uno de los principales motivos por los que la mayoría de las mujeres no denuncian. «Porque mientras estás tu presente los puedes proteger. Para mí eso fue lo más difícil de todo, no poder cuidar de mis hijos frente a él», expresa.

Además, Patricia denuncia que, frente a lo que se muestra en las campañas contra la violencia de género, «la realidad que te espera tras denunciar no es, ni de lejos, tan feliz como lo pintan. Eso sí, es un proceso duro, pero tiene final», asegura.

Ahora, doce años después, Patricia ha rehecho su vida. «Soy feliz», asegura pese a que admite que todavía hay ciertos gestos de la gente o sonidos que le asustan. Y, aunque el camino que tuvo que recorrer fue duro, a día de hoy se alegra de haber gritado aquel día y «haber podido salir de ese tormento».