UN LUGAR EMBLEMÁTICO DE ZARAGOZA

Casa Emilio se despide para siempre: "Sin mi padre, no tenía sentido continuar"

Tras más de 85 años abierto, el histórico restaurante de la capital aragonesa cierra sus puertas

"Era más que un comedor, era un lugar de reunión para todo tipo de personas", asegura Adriana Lacambra, hija de Emilio, que falleció este pasado verano

Fachada del restaurante Casa Emilio.

Fachada del restaurante Casa Emilio. / El Periódico de Aragón

Judit Macarro

Judit Macarro

Casa Emilio baja la persiana definitivamente. El emblemático local de comidas, situado en las proximidades de La Aljafería de Zaragoza, cierra tras casi un siglo abierto. Se trata de un espacio lleno de historias y encuentros políticos, un lugar "de reunión de mucha gente en Zaragoza, no solo de famosos", asegura a este diario Adriana Lacambra, hija de Emilio Lacambra, que falleció este verano. "Sin él no tenía sentido continuar, era el alma de todo esto y su ausencia lo ha cambiado todo", añade.

Casa Emilio ha sido durante estas décadas mucho más que comidas, charlas y abrazos de encuentros. "Era vida y una institución para los ciudadanos", asegura Adriana.

Todo comenzó allá por 1939. "En aquel año mis bisabuelos abrieron el restaurante", recuerda la hija de Emilio. Al principio el espacio albergó un ultramarinos, donde había unas cuantas mesas que, finalmente, acabarían siendo el alma y la esencia del histórico local. Por aquel entonces, el nombre de lo que pasó a ser un restaurante, como tal, todavía era Casa de Comidas. Desde entonces, las paredes del comedor empezarona acoger a diferentes figuras de la política aragonesa, dada la cercanía del local con La Aljafería, sede de las Cortes de Aragón. Por ejemplo, era habitual encontrar entre sus comensales a José Antonio Labordeta.

Reuniones clandestinas o historias que dieron sus primeros pasos en el emblemático comedor. Así lo detalló el propio Emilio Lacambra en una entrevista que concedio a este diario, en la que recordó una de las noches más especiales que vivió el restaurante. "Vinieron a cenar Emilio Gastón y Guillermo Fatás, la cosa terminó en una campaña para salvar el Mercado Central de la ciudad", explicó.

Hubo años buenos y también malos, en los que el Hijo Predilecto de la ciudad tuvo que pelear muy duro para que su restaurante siguiera aflote frente a la presión inmobiliaria. "Mi padre era una persona maravillosa, muy bueno, y este lugar era su vida", señala Adriana. Un local que, sin duda, hizo de Zaragoza una metrópoli imortal.