ASESINOS NATOS

Los alemanes y el crimen de la venganza por el pan y los peces de Mequinenza

Werner Mittermeier asesinó a tres hombres en Fayón, La Pobla de Massaluca y en Deltebre en 1993

Werner Mittermeier, el día del juicio, junto a uno de los carteles de pesca en Fayón.

Werner Mittermeier, el día del juicio, junto a uno de los carteles de pesca en Fayón. / LOSADA / EL PERIÓDICO

No solo Mallorca atrae alemanes. El tramo bajo del Ebro que discurre entre Aragón y Cataluña en el que la pesca del siluro es la gran protagonista ejerce de gran polo de atracción desde hace décadas, llevando a muchos a llenar campings e incluso a adquirir segundas viviendas. En esta zona y en este modo de vida se fijó allá por 1990 Werner Mittermeier, de 52 años. Se había quedado viudo y el embalse de Mequinenza pretendía ser su retiro, su salvación, pero un día cambió la caña por un revólver y tras asesinar a tres hombres acabó entre rejas.

Era martes 13 de un caluroso julio de 1993. Mittermeier había fijado de manera provisional su residencia en la localidad tarraconense de La Pobla de Massaluca. Vivía junto a su perra que, esa madrugada murió, generándole una gran zozobra. La enterró cerca de su casa y se montó en su Opel Ascona de color negro en dirección a Fayón, en la comarca del Bajo Aragón-Caspe. Allí vivía la primera de sus víctimas: el austriaco Gerhard Pickl, un comercial del negocio de turismo de pesca en el que se había embarcado el criminal.

Pasaba media hora de las 08.00 horas cuando Mittermeier llegó al municipio zaragozano, donde este hombre de 36 años vivía en una rulotte. En las inmediaciones de la misma empuñó su Star calibre 7,65 milímetros y descerrajó seis disparos, uno de ellos entre las cejas, a la víctima. Una escena que vieron dos turistas alemanes que no dudaron ni un segundo en llamar a la Guardia Civil, si bien, al no saber español, solo pudieron articular el sonido «pam, pam» para alertar de que había habido un tiroteo. El autor había conseguido fugarse a bordo de su turismo.

Pero no fue suficiente con este bautismo de sangre. El asesino recorrió los cuatro kilómetros que separan Fayón de La Pobla de Massaluca y mató de cuatro tiros a Heinz Schorcenhofer, de 47 años. Uno de los proyectiles le atravesó el corazón mientras la víctima estaba en el interior de su caravana que estaba situada en las proximidades de la estación de Renfe de Fayón. Su cuerpo fue hallado también por un alemán que iba a hablar con él y al abrir la puerta se encontró semejante escena del crimen. El fallecido era el capataz de las obras en las que se pretendía erigir un complejo turístico para pescadores.

El reguero de sangre continuó recorriendo más de 100 kilómetros hasta Deltebre. En el embarcadero Galacho de la urbanización Riomar se encontraba quien sería su tercer objetivo a abatir: Wolfgang Nitsche , un berlinés de 44 años que se dedicaba al alquiler de embarcaciones y que era el principal inversor del proyecto en el que había entrado a participar Werner Mittermeier. La víctima presentaba cuatro disparos, tres en el tórax, uno de los cuales le partió en dos el corazón, y otro en la frente al igual que al primer asesinado. Nitsche estaba en compañía de otras dos personas que escucharon las detonaciones y vieron al autor con el arma en la mano.

En paradero desconocido

Tres víctimas mortales cuyos cadáveres habían sido levantados a las 12.40 horas, mientras el criminal estaba en paradero desconocido. La Guardia Civil de Huesca, Lérida y Tarragona activaron en ese momento una operación jaula para la localización del asesino. No pudo ir muy lejos, ya que sobre las 14.30 horas una patrulla del instituto armado del puesto de Fraga se cruzó en la carretera N-II con el coche de Mittermeier. Rápidamente se dieron cuenta de quién era el conductor, decidiendo dar la vuelta para seguirle, pues había conseguido camuflar el turismo en el aparcamiento de un hostal.

Al darle el alto el alemán no opuso resistencia, si bien los agentes se dieron cuenta de que el arma que había servido para dar muerte a tres hombres iba montada, sin seguro y encima del asiento del copiloto. No hizo uso de ella porque no quiso. Consigo llevaba un millón y medio de las antiguas pesetas en marcos alemanes.

Mittermeier fue trasladado al cuartel, donde los agentes le realizaron la prueba de alcoholemia, dando un resultado negativo, pese a que el ya detenido decía que esa mañana se había tomado tres cuartos de litro de coñac y varias cervezas.

Pero, ¿cuál fue el móvil de este triple crimen? Los investigadores del instituto armado señalaron desde el primer momento que «podría responder a desavenencias mercantiles relacionadas con la compraventa de terrenos». «Todos ellos se conocían pues formaban parte de una organización turística que proporcionaba estancias en la zona para practicar la pesca a súbditos extranjeros, especialmente alemanes», rezó el comunicado oficial emitido por la Guardia Civil de la época.

Aunque el asesino nunca explicó el porqué, de los testigos y de la documentación intervenida los agentes pudieron determinar que Mittermeier acusaba a su última víctima, al inversor, de haberle estafado en la adquisición de tres bungalows en el camping de Pobla de Massaluca.

Al parecer, los tres inmuebles se iban a levantar sobre el terreno del camping y solo se llegó a construir totalmente uno de ellos al paralizar el ayuntamiento las obras por carecer el terreno de la calificación idónea, si bien para entonces el criminal había pagado el importe global. Un origen de las discrepancias que, unido a la muerte de su perra por envenenamiento, llevaron al alemán a actuar «con absoluta sangre fría», que es como le describieron los testigos.

Unos hechos que llevaron a la Fiscalía a solicitar una condena de 84 años de prisión como supuesto autor de tres delitos de asesinato, mientras que su defensa, ejercida por el abogado Javier Segarra, trató en todo momento de que se le tuviera en cuenta el estado mental del encausado al estar «en shock» por la muerte de su perro, el estado de embriaguez que presentaba y que aún seguía afectado por el fallecimiento de su esposa 14 años atrás.

Werner Mittermeier se sentó en el banquillo de la Audiencia de Zaragoza un 13 de noviembre de 1995. Esa vez era lunes y se presentó al tribunal, según señalaron las crónicas de la época, como si fuera a una boda. Vestido con traje y corbata, y una fría sonrisa en la cara, que distaba mucho de la imagen que presentaba el día de su detención. No quiso declarar y escuchó todas las pruebas que había en su contra. Al final fue condenado a 64 años de prisión que cumplió entre España y Alemania. Ya está en libertad.