Adaptarse y correr. Este sería el lema de todos ellos. La cancelación de pruebas ha enfilado a otros retos en cuesta a los corredores de montaña, motivando la explosión de las llamadas FKT (Fastest Known Time), traducido, ser el más rápido en subir a un pico. Este verano han ido cayendo como moscas los registros del Aneto, Monte Perdido, Posets, Midi d’Ossau, Garmo Negro y Bisaurín en un pique sano entre una pandilla de amigos y personajes bárbaros.

A Borja le azotó bien la crisis. Albañil, el paro le dejó tiempo libre para rebajar la chicha. Se puso a correr por el monte. Y no paró. Este verano andaba con su pareja en furgoneta ansiando trails por el Pirineo. Un día subieron al Portillón y se le encendió la bombillita. ¿Y el Aneto? Consultó a unos amigos, se informó de que el récord, hecho en una carrera, era por el otro lado, desde Benasque por Vallibierna y Coronas. Revisó la ruta y vio que no necesitaría crampones. Lo hizo un lunes para evitar tráfico en el Paso de Mahoma. «Fui rápido pero seguro. Con la adrenalina no te enteras», dice Borja Fernández. Tocó la cruz en 2 horas y 18 minutos. Y a comer abajo.

Raúl Criado se pasa el verano trabajando en Respomuso. Ahora anda por Córdoba haciendo un máster de lo suyo, el medio ambiente. Es de Canfranc y habitante del mundo como L’Esquinazau, entrena trepando la Moleta o el Aspe. Corredor profesional y récord mundial de descenso vertical, tuvo que aplazar por el tiempo el reto del Perdido, que luego atacó y se quedó a ocho minutos. ¿Alternativa? Ir al Midi. «Es un pico emblemático, bonito, y estaba en forma», anota. El cogote francés no es sencillo, hay una trepada en chimenea, que subió a pelo. Hasta le llamó la Gerdarmerie. «Porque había un tiempo menor, pero comprobaron que era como la mitad de la distancia que hice yo», dice.

PASABA POR AQUÍ / Manuel Merillas pasó veinte días este verano por el Pirineo. A su aire. Es de León, aunque antes fue militar en Jaca. Se conoce bien la zona de ir de maniobras. Esta vez calculó mal. «Tenía que hacer de canguro de mi hermana y cuatro horas de coche pero no conté con que había obras en la carretera del Congost». Así que se puso a tirar hacia el Posets, a las seis de la tarde, con apenas tres horas de luz y 23 kilómetros y 2.350 metros de desnivel. Nada. Lo consiguió con 150 mililitros de agua y dos dátiles. Ligerito. A la bajada le salieron ampollas y se pegó un leñazo contra una roca. «Un golpe en la sien, pero en hueso». Desde el salto del Onso tuvo que poner el frontal porque la noche se lo comía. Al día siguiente se fue a andar ocho horas «para recuperar. Cualquiera puede bajar mi tiempo... Bueno, cualquiera que corra de narices», aclara.

Le quedaba otro reto. El Garmo, el tresmil que en pocos días el campeón del mundo Dani Osanz le había arrebatado el tiempo a Toño Algueta. Así que a Panticosa se fue Manolo. Y otra muesca en su arsenal de aventuras. Al Garmo también trepó Virginia Pérez, la chica del grupo, apenada por no tener más competencia. Lo suyo no fue un aquí te pillo, aquí te mato. Metódica. Entrenamientos específicos según el terreno, mucha fuerza en gimnasio, concentración y calentamiento de media hora. La alcarreña afincada en Villanúa, campeona de una prueba de la Copa del Mundo, entre millones de cosas, valoró varias rutas y al final se decidió por otra. «Pero hasta al final nos equivocamos, porque no puedes ir siempre mirando al reloj», dice.

Le acompañó su pareja, Christian Alonso Urrea. No solo por amor, que también, sino porque es el responsable de la web internacional que registra y verifica los tiempos, un invento de Kilian Jornet al que tomaron el relevo dos americanos de Colorado. En España empieza a haber ahora tradición, aunque únicamente la Ruta 040 al Teide, tiene carácter oficial, porque paga el Cabildo. Las costas de arbitraje y del control antidopaje hacen que las federaciones no se aventuren a darle salida y que individualmente se opte por este método. «Para ser convalidadas, los corredores tienen que aportar el track exacto, que se comprueba en cinco cartografías distintas, además de, si es posible, fotografías de inicio y de meta», afirma Christian Alonso. No todo vale, porque hay aplicaciones de localización que se pueden falsear.

Virginia se dejó el Monte Perdido para el próximo verano, pero se coronó en el Bisaurín. Toño Algueta lo habrá subido más de 50 veces pero la última fue especial. Es de Hecho y, claro, esa es su montaña. Por eso hace tres años probó a subirla corriendo e hizo la primera marca. Se la quitaron otros. Y este verano se puso como reto reconquistarla. Curra diez horas en mantenimiento y luego no falta en su subida diaria al Rapitán. Con el tricampeón mundial Luis Alberto Hernando, que le hace de consejero. Y en el Bisaurín de liebre. «Iba para completar el reto en 1h30 y lo hice en 1h27. No pude evitar las lágrimas arriba». Tiene 48 años. Un bestia.