LA MONTAÑA EN ARAGÓN

La ‘Bestia’ que vuela

El indomable Jonatan García logra otro sueño aventurero en su querido Aneto al despegar en parapente desde su cima tras completar su ascensión número 169

El montañero vasco, afincado en el Valle de Benasque, ha hecho del Macizo de Maladetas su patio de recreo. | JONATAN GARCÍA

El montañero vasco, afincado en el Valle de Benasque, ha hecho del Macizo de Maladetas su patio de recreo. | JONATAN GARCÍA / SERVICIO ESPECIAL

Sergio Ruiz Antorán

Sergio Ruiz Antorán

«Y volar, y sentir que ya no queda veneno. Y vivir, porque ya no me hace falta valor». Estas estrofas de La Pegatina podrían ser la banda sonora de esta aventura. De volar. De vivir. De sentir ese momento. De ese amor infinito a unas montañas. De una Bestia acariciando el cielo. Y Jonatan García voló. Voló alto, quizá como nunca. En su 169 Aneto, en esa aspiración infinita por controlar el riesgo y enfrentarse de cara, valiente, a la motivación de batir sus sueños. A ser feliz. A vivir.

Corrió ladera abajo, hacia el vacío, sin miedo, y ascendió por la magia de la térmica. Su parapente desplegado se infló y flotó por encima de ese Valle que es tan suyo, al que llegó por amor y del que sigue enamorándose, del que conoce cada roca, en el que dice que le queda tanto por explorar, por soñar. «Y volar y volver a ser yo mismo de nuevo. Y vivir volando, volando junto a ti».

Un ascenso hacia lo imposible que empezó en una andada, por la vía más normal, la más transitada, en verano. En la que pensó cómo sería hacerlo en invierno. Hasta que lo hizo, despacio con sus raquetas. Cuando pensó en cómo sería bajarlo esquiando. Hasta que lo hizo. Cuando pensó en recorrer todos los tresmiles del Macizo, cada una de sus vías, en abrir unas cuantas nuevas, en hacerlo más rápido. Hasta que lo hizo. Y pensó en volar. «Lo más interesante de haber subido 169 veces al Aneto no es el número en sí, sino el intento de hacer algo nuevo cada vez, porque si no se acaba la motivación. Me gusta explorar, tener una incertidumbre cada día». La esencia del montañismo, de la aventura pura, minimalista, de la forma de sentir de Jonatan.

El horario de Simón

Hace algo más de año y medio que se puso por primera vez la mochila del parapente. Una adrenalina que consumió en conocimiento. Lleva más de 130 vuelos. Había saltado desde el Salvaguardia, Peña Blanca, Gorgutes, Gallinero... y obviamente, tenía que salir desde el Aneto. Necesitaba una evolución, minimizar todos los riesgos, controlar la técnica, conocer el cielo. «El viento genera más incertidumbre, la nieve es mas fácil de ver, porque llevas más años. La lectura del cielo es mas difícil porque puedes salir en un momento con una brisa, pero arriba hay térmicas y puedes terminar donde menos esperas. Hay muchas más sorpresas».

Se levantó pronto, como siempre, con el mismo horario que su hijo Simón, de 18 meses. «Nos acostamos juntos a las ocho y media y me suelo levantar a las tres o las cuatro». Tomó el petate, al grupo de amigos , y salieron hacia una vía exigente, el corredor Sita, por la cara sur, desde Coronas. Subió ligero, midiendo cada gramo del material, clave en esta actividad. Jonatan ha ido aprendiendo y calibrando el volumen de su mochila para ganar movilidad en la escalada. En pocos meses ha reducido su equipo de vuelo de cuatro kilos y medio a apenas dos. «La silla donde me sentaba antes pesaba 1’8 y ahora 173 gramos. Cuando no estás en el mundo puede parecer poco, pero no es solo peso, es volumen. Antes tenía que llevar una mochila de 65 litros y ahora una de 32, algo que se nota en una escalada técnica para no rozar con la roca, ir cómodo».

En la cima las condiciones eran óptimas. «No iba a volar si el viento estaba fuerte o flojo, si no lo veía claro». En invierno se dan mejores condiciones que en verano, donde el calor agita los peligrosos cambios bruscos. Despegó a las dos y media. Una hora buena para él, porque le permite hacer una actividad alpina de mérito. En verano debería saltar antes. «Hay proyectos en mente en los que sí incorporaré el parapente y otros en los que no. Tengo más experiencia en el alpinismo y priorizaré la escalada, donde me muevo mejor y donde puedo controlar más».

Ahora vuelve a los Alpes para reencontrarse con Esteban Topo Mena y Clara Pérez, inseparables aventureros, esquivos al alpinismo más comercial, desde que se unieron en el Dhaulagiri en 2021. Hace unas semanas tuvieron que cambiar de planes, tenían en mente hacer alguna ‘Norte’ (Eiger, Cervino..), pero las malas condiciones les llevaron hacia las Agujas del Midi, Tacul... Jonatan realizó en solitario una ascensión clásica y luego saltó con sus amigos hasta Chamonix, volando sobre el Mer de Glace, cumpliendo sueños. Lejos. Hasta donde queda su corazón. En el Valle de Benasque.