La montaña en Aragón

El sherpa de Piedrafita

El nepalí Dawa trae hasta el Refugio de Respomuso, donde es el cocinero desde 2007, un pedazo de la espiritualidad del Himalaya

Dawa y Javier Abajo hacen equipo para cuidar a los montañeros que llegan al refugio del Valle de Tena.

Dawa y Javier Abajo hacen equipo para cuidar a los montañeros que llegan al refugio del Valle de Tena. / SERVICIO ESPECIAL

Sergio Ruiz Antorán

Sergio Ruiz Antorán

Las montañas son sagradas. Inviolables. Diosas inalterables en una grandeza de respeto imperdible. Pobre de aquel incrédulo que ose a despreciarlas, a maltratarlas, a conquistarlas sin lealtad. Porque «da igual su tamaño, sea en el Himalaya o en el Pirineo, ellas son Diosas, mujeres divinas, merecedoras de todo nuestra adoración».

Dawa las mira cada mañana al despertar, contempla Balaitus, Gran Facha, Musales, Arrieles y ve la misma sombra de pureza del Dhaula, Lothse, Annapurna o Chomolungma. Brilla en su pupila su veneración mortal que baila en plegaria al cielo. Él, sherpa del Valle del Khumbu, ha repetido la ceremonia budista de la ‘puja’ en Respomuso, su refugio de verano desde el 2007, para pedirles permiso para subir hasta su sublimidad con cánticos y donando alimentos.

Admirando el Circo de Piedrafita bailan las hileras de los ‘Caballos al Viento’ de Dawa, las banderolas de cinco colores que tiñen los campos base de cualquier ochomil con sus mantras y deseos. «Los sherpas realizamos estas plegarias para pedir protección divina, para que no haya accidentes y proteger a los montañeros, y también a los animales y seres que habitan en ellas», admite Dawa dentro de un simbolismo cargado de espiritualidad: el azul representa el cielo; el blanco, el agua; el rojo, el fuego; el verde, el aire; y el amarillo, la tierra; mientras que el caballo volador es la metáfora del bienestar y buena fortuna que carga con las tres joyas del budismo (Buda, Dharma y Sangha).

Admirado chef

Las telas dan un toque exótico a este transitado rincón del Valle de Tena que embriaga la vista desde todos los sentidos. Del olfato y gusto se encarga nuestro amigo nepalí. Porque el aroma a especias sale de su cocina y alimenta estómagos y almas de cansados peregrinos de la GR11 o la Gran Diagonal del Balaitus. Dawa se afana en cerrar el menú de la noche. «Lentejas, pollo, ensaladas, pasta, arroces... un poco de todo, también hago alguna receta de mi país. Paellas no hago porque es complicado traer los ingredientes hasta aquí», musita en un dignísimo castellano. Porque su comida es otro de los atractivos de Respomuso. «Más de una vez ha tenido que salir al comedor a recibir el aplauso por lo buenos que están sus platos», dice Javier Abajo.

Él y su hermano David siguen la herencia del gran Ursi Abajo, su padre y mito del alpinismo aragonés, como guardeses de Respomuso. Y en este legado se añadía la amistad con Dawa. «Se conocieron en el trekking del Annapurna donde él era el guía del grupo, pero ya tenía antes relación con gente de Montañeros de Aragón, había confianza y le propusieron venirse a trabajar en verano con mi padre en el refugio en una época complicada para los sherpas», narra Javier.

Dawa llevaba tiempo, desde la década de los noventa, guiando a extranjeros, siendo porteador en las aproximaciones, ayudante y después cocinero, y hasta equipando rutas de altura, incluso para el programa ‘Al Filo de lo Imposible’, luchando contra muros como «Lothse, Dhaulagiri, Everest...» recita admirado, con su amigo Juanito Oyarzábal «que más de una vez se ha acercado al Respomuso para saludarle», cita Javier.

El sherpa ha colocado las banderolas de colores en respeto a las deidades de las montañas.

El sherpa ha colocado las banderolas de colores en respeto a las deidades de las montañas. / SERVICIO ESPECIAL

Pero la decisión del gobierno nepalí de cerrar el turismo alpino durante la época del monzón «hizo que estuviéramos casi cuatro años sin poder trabajar y pensé en migrar a Europa». La oferta de Ursi encajaba. Tras obtener los permisos gracias a la mediación de la Federación Aragonesa de Montañismo «y hacer varios cursos de cocina internacional y española», confiesa, empezó esta aventura que se ha convertido en una parte esencial de su vida. Salvo los dos años parados por la pandemia, no ha faltado a sus ‘vacaciones’ pirenaicas. «He residido en Londres, y también en otros países en Europa, en Suiza. Pero mi familia sigue en Katmandú», confiesa el sherpa.

Su primera familia, porque la segunda es aragonesa. «A mis padres les llama papás. Es una persona muy agradecida, servicial, educada y respetuosa». Cualidades esenciales en la dura convivencia de los refugios de alta montaña con jornadas maratonianas, mucha faena y pocos lujos. «Nos quita mucho trabajo de encima. Él se encarga de la cocina y es algo de lo que ya no te tienes que preocupar, por lo que te deja tiempo para completar otros quehaceres, atender mejor a los clientes o asesorarles en la rutas», indica el guardés.

El intercambio cultural enriquece. «Genera muy buen ambiente. Nos cuenta cosas de su país y religión y nosotros de España. Aunque hay cosas que le chocan. Esta semana hemos estado viendo los Sanfermines y no sé si lo termina de entender», afirma Javi. Chapurrea bien el castellano, tanto que esa cualidad y su simpatía le han servido para captar clientes desde Respomuso para la agencia de sherpas que dirige en Nepal.

«No son tan altos como el Himalaya, pero los Pirineos son preciosos, con tantos lagos increíbles y en invierno impresiona», lanza Dawa. Le gusta mucho Bujaruelo, aunque reconoce que quiere conocer más y anhela ir al Templo Budista de Panillo, ese pequeño Tíbet de Ribagorza del que tanto le han hablado. Quizá sea este el año para visitarlo. Porque, por fin, tras miles de trámites, va a obtener un permiso laboral para permanecer todo el año en Aragón «aunque al menos un mes volverá a Nepal» a honrar a sus Diosas.