Buenos días. O noches. Yo no puedo saber en qué momento del día (o noche) estarás leyendo este artículo. Quizá nunca lo llegues a leer, ni siquiera lo ojearás por encima. Sin embargo, yo puedo asegurarte que acabarás leyendo estas palabras, quieras o no. Pues las semillas del tiempo que marcan nuestro destino, ya fueron plantadas hace eones. Pero, ¿qué es en sí «el destino»?

Muchas religiones y escuelas de pensamiento llevan siglos intentando modelar el significado de la palabra «destino». Incluso la ciencia ha intentado explicar el concurso de «destino» desde un punto de vista físico. Podemos acudir a la mecánica newtoniana y de ahí deducir que, como todos nuestros átomos siguen una trayectoria fija, y nuestro cerebro funciona gracias a conexiones que requieren electrones para funcionar, todas nuestras acciones ya fueron «predestinadas» en el Big Bang, hace 13,6 millones de años. Otros acudirán a la mecánica cuántica y citarán el caos cuántico y cómo es imposible predecir las trayectorias de los átomos que nos forman, rompiendo así con la idea del «destino clásico» de la Antigüedad.

Sin embargo, todas estas explicaciones fallan a la hora de explicar qué es, en esencia, la idea de «destino». El destino, en sí, no es más que todo el conjunto de posibilidades en las que nuestro Universo puede convertirse. Según la hipótesis de los universos infinitos, por cada acción o inacción que realizas, el Universo de desdobla, generando la acción o inacción que tomas y sus contrarios. No importa que hayas decidido levantarte hoy a las 8 para llegar pronto a clase: habrá otro «tú» que hará justo lo contrario. Si aplicamos este efecto a todo el Universo, las posibilidades son infinitas. Entonces, ¿la consciencia es una mentira y no importa lo que hagamos, ya que otro habrá hecho lo contrario de lo que hemos «decidido» hacer o no hacer? Bueno, sí y no. Depende de cómo lo miréis. No os mentiré, yo me he pasado años pensando en esto y aún no tengo una respuesta clara. Es más, quizás no exista tal respuesta. Pero divagar siempre es entretenido. A partir de aquí entro en un terreno más filosófico que científico, por lo que tomaos lo que voy a decir con bastante escepticismo.

Si todo lo que decidimos ya ha sido elegido por nuestro contrario y viceversa, ¿para qué elegir entonces? Pues precisamente porque, esta elección es lo que nos libera y nos ata a las cadenas del «destino». Por cada elección que realizas, nacerán infinitos universos, pero en el que tú estás seguirás habiendo tomado esa elección y formará parte de la realidad misma. Mientras que en los otros universos solo quedan los resultados contrarios, en el Universo personal de cada uno reina la realidad que escogemos, somos libres del «destino» ya que lo nulificamos con nuestra elección única. Y esto, de nuevo, ocurre en otros universos: para ellos, nosotros no somos más que «resultados» sin elección propia de su realidad y viceversa. Y aquí os dejo por hoy, para que penséis un poco en esta paradoja existencial que reina sobre lo conocido y por conocer.