Los desencuentros entre el PSOE y el PAR están a la orden del día, por más que desde las filas socialistas traten de soslayarse y les estén creando más de un problema que roza cuestiones éticas (verbigracia La Muela). Conscientes de que Marcelino Iglesias se va, los fieles a José Ángel Biel están jugando sus bazas de cara a los próximos comicios autonómicos, en los que, con notorio optimismo, piensan que un pacto con el PP podría elevarles al sillón pontifical de la Autonomía, máxime cuando los populares, aunque ganarán algún escaño, carecen del tirón necesario para aprovechar la coyuntura (la carencia de un líder con carisma y proyección está resultando patética). En ese tira y afloja que mantienen los socios de gobierno, destaca el rifirrafe sobre la Ley de Lenguas, por más que estén tratando de llegar a algún acuerdo que, en última instancia, falsearía el sentido y rigor de la misma. No son pocas las gentes que no comprenden el interés de los socialistas por pactarla con quienes ya tienen la daga preparada , máxime cuando la respuesta de futuro exige aproximaciones tanto a IU como, fundamentalmente a CHA. Un ejercicio de sentido político debería empujar a quienes hoy detentan la mayoría parlamentaria a votar la enmienda que presentan las huestes de Nieves Ibeas, rigurosa, sensata y ajustada a la realidad. Sencillamente, pretenden que "el aragonés y el catalán, lenguas propias de Aragón, son oficiales, junto con el castellano, en sus respectivas zonas de utilización histórica predominante". ¿No es así? ¿Qué tiene de negativo el reconocimiento de una realidad que engrandece el acerbo cultural y responde a exigencias históricas, sociológicas y profundamente humanas? Mucho recordar la vieja Corona de Aragón ¿para qué? Profesor de Universidad