El riesgo a tener unas Navidades movidas en el espacio aéreo español ha pesado más que cualquier otra consideración al decidir el Gobierno la prórroga del estado de alarma. La reacción imprevisible de los controladores una vez expirara el próximo sábado la presente situación de excepcionalidad ha llevado al Ejecutivo español a poner el parche antes que la herida, aunque la medida sea jurídicamente discutible. Pero ni este Gobierno ni ningún otro que tuviera sentido de la responsabilidad puede consentir que se repita el caos del último puente.

CAMBIO EN LA GESTIÓN

Lo que hay que pedir ahora al Gobierno es que la prolongación del estado de alarma sea lo más breve posible y que acelere el cambio de gestión del espacio aéreo mediante los planes anunciados o intuidos: privatizaciones, coexistencia de controladores civiles y militares en los aeropuertos, descentralización de la administración aeroportuaria y otras reformas. De tal manera que antes de que venzan las fiestas sepa todo el mundo a qué atenerse, empezando por los usuarios y siguiendo por los controladores y las empresas privadas interesadas en invertir en el sector.

QUE NO SE REPITA EL CHANTAJE

Poner el acento en los aspectos constitucionales, siempre opinables, de la prolongación del estado de alarma puede tener un indudable interés académico, pero es política y socialmente estéril. Lo que reclaman quienes piensan viajar durante las próximas semanas es que no se repita el chantaje del puente de la Constitución. Y esta es una exigencia insoslayable para el Gobierno, que no puede exponerse de nuevo al contratiempo de ver las terminales llenas de viajeros airados o resignados. Solo un compromiso tajante y expreso de los controladores --no hay precedentes-- de limitarse a trabajar sin más requisitos hubiese podido evitar la prolongación del estado de alarma.

Es de prever que la oposición y sus medios afines se rasguen las vestiduras a causa de la medida adoptada. De la misma manera que parece incuestionable que quienes se acerquen a los mostradores de embarque después del sábado se sentirán más tranquilos que dejados a merced de unos funcionarios que, hasta que se decretó el estado de alarma, destacaron por desencadenar una alarma social generalizada.