Ya me perdonarán el título, pero entiendan que llevo diez columnas sobre el monotema e intentando cumplir mi propósito de aplazar la crítica hasta que superemos el momento de emergencia en el que todavía nos encontramos, y mi ingenio tiene bastantes límites.

No es que no tenga una larga lista de quejas que podrían llenar un suplemento, ni que esté anestesiada por el drama, sino que intento unirme al ejército de prudentes, ¡ay no! que usar términos bélicos es inapropiado, a la mayoría, que si no pueden ayudar por lo menos no molestan.

Ahora que se están empezando a escuchar más las voces molestas, de los que repudian a sus vecinos por trabajar en primera línea, de los insultos y performances en sede parlamentaria que nos empujan a la desesperanza, hay que aferrarse a lo que sí funciona, que es mucho.

Estamos, según dicen los expertos que han extraído conclusiones del encierro en Wuhan, entre la quinta y la sexta fase emocional de la cuarentena, entre la resistencia y el incipiente comienzo del alivio. Hay siete, y la última no es la mejor, el temor. Pero volviendo a nuestro momento, estamos justo en ese punto en que la tensión aumenta ante lo prolongado de las restricciones, lo que afecta al estado de ánimo y las relaciones personales. Un estado que se agrava ante la incertidumbre sobre cuánto va a durar este confinamiento, y yo creo que en ese punto están nuestros líderes políticos de ámbito nacional, los locales no, porque esos están en el tajo, en primera fila sin tiempo para retóricas indecentes o despechos por quién llama primero.

Están todavía descolocados sobre que ahora así no les van a funcionar las estrategias y en las próximas encuestas encontrarán respuestas. Mientras tanto deberían escuchar a la neurobióloga Helene Fisher, que en el programa 'Scott y Milá', otra consecuencia del confinamiento, tras veinte años estudiando las reacciones cerebrales al amor, destaca las tres premisas imprescindibles para establecer una larga y feliz relación. Primero debe activarse la región cerebral de la empatía, después la del control de estrés y las emociones, y por último la que está conectada con las ilusiones positivas que pone en marcha la capacidad de pasar por alto lo que no nos gusta de alguien y centrarte en lo que sí te agrada. Ya saben a quién tienen que llamar para intentar los pactos de la reconstrucción, de la unidad o el título del relato que nos quieran vender. El amor lo puede todo, según Corintios 13:4-7, aunque una cosa es poder y otra querer.