El Periódico de Aragón

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Joaquín Santos

TERCERA PÁGINA

Joaquín Santos

No solo con J

Desechar el resto del folk aragonés es un olvido incómodo de lo que somos

Ya estamos en pre precampaña. Casi todos los asuntos públicos giran en torno a las próximas elecciones de mayo. En ese marco, una de las preguntas más reiteradas de las últimas semanas es la que se refiere a la cabeza de cartel de las fuerzas políticas con opciones de llegar a la presidencia del Gobierno. En el caso aragonés y por cuanto se refiere a Aragón, la principal incógnita consiste en saber si Jorge Azcón, alcalde de Zaragoza y presidente de los populares aragoneses, optará a la reelección municipal o preferirá intentar desplazar al presidente Lambán y al PSOE de la Presidencia del Gobierno de Aragón.

Paseando por Zaragoza me encontré con un grupo de gentes que, en la plaza San Felipe, bailaba con temas de folclore aragonés. Nos sentamos en la terraza y disfrutamos del momento. Ahí fue donde me enteré de una información que me llevó inmediatamente a pensar que Azcón ya había decidido su destino para los próximos meses. Indudablemente renunciaba a presentarse a la Presidencia del Gobierno de Aragón. Me enteré de que aquella gente estaba en la plaza dando visibilidad a una parte imprescindible de nuestra cultura aragonesa porque el folk, el aragonés en concreto, había desaparecido del programa de las fiestas en honor de Nuestra Señora la Virgen del Pilar de este 2022 traspandémico.

Sentí como si el covid se hubiera llevado, junto a otras cosas de toda la vida, una parte de nuestra identidad. Es cierto que este año, merecidamente, la Jota va a ocupar un espacio de honor en las mismas fiestas y, algunos opinarán que de este modo la deuda con nuestras tradiciones ya está saldada. No es así y voy a intentar explicarlo no sin antes señalar, no vaya a ser que se interprete todo lo contrario de lo que quiero decir, que formo parte de esa mayoría de maños a los que se nos pone la carne de gallina cuando escucha una jota bien cantada.

Al enterarme de la noticia de la eliminación del folk en el programa de fiestas sentí que mi memoria volvía a aquellos años en los que Zaragoza solo ofrecía jota, ofrenda de flores y ferias varias en los días en los que se pone de largo celebrar la vida común; y, al mismo tiempo, la sensación de libertad y justicia que sentí los años siguientes disfrutando de ver cómo la ciudad abría sus puertas a todo tipo de manifestaciones culturales y festivas para que todo el mundo encontrara un pequeño espacio en el que viera reflejadas sus preferencias.

Las fiestas son, todavía, algo más; son una construcción simbólica de lo que queremos ser, de los que creemos que somos. En las fiestas, Zaragoza lanza al mundo la que quiere que sea su imagen. En ese espacio Zaragoza proyecta también la idea que tiene sobre el espacio que cree y que quiere ocupar para Aragón. 

En esas fechas miles de aragoneses de todos los rincones de nuestra tierra vuelven su mirada hacia Zaragoza, sus fiestas, la Virgen y lo que Zaragoza representa para el conjunto del territorio. Por eso era tan importante el espacio folk en las fiestas, por lo que de simbólico representaba para Zaragoza y la imagen que queremos dar los zaragozanos de nosotros mismos.

En los ya lejanos finales de los años 70 del siglo pasado, tras el esfuerzo de gentes centrales en nuestra historia reciente como Labordeta, Carbonell y grupos como Chicotén y más tarde Biella Nuei, por citar solo algunos, Aragón recuperaba buena parte de su acervo cultural oculto y reprimido durante la dictadura franquista. La música folk aragonesa representaba y sigue representando una parte simbólica de la transición y el respeto a todas las muestras culturales de nuestro pasado.

Zaragoza es el crisol de Aragón, la ciudad poblada por gentes de todo el territorio y de la redolada y los últimos decenios de muchas otras latitudes. Zaragoza es la casa de todos, una parte clave de la imagen de Aragón en España y en el mundo. Zaragoza tiene la obligación de ser el estandarte de la cultura aragonesa, de toda la cultura aragonesa y respetar a sus propias gentes y a nuestros vecinos que se acercan por aquí durante esas fechas.

Desde la perspectiva política desechar la presencia del folk aragonés más allá de la Jota implica simbólicamente una vuelta al pasado preconstitucional y una renuncia a que Zaragoza represente con dignidad la imagen de Aragón en el mundo. Se vuelve a optar por ofrecer una imagen plana de la propia raíz, con olvido incómodo de buena parte de lo que somos.

Estamos ante un reflejo de resabio puramente capitalino, el que alejó a Zaragoza del corazón de los aragoneses que nos vieron como el enemigo del conjunto del territorio. Nos ha costado muchos años construir la idea de que Aragón y Zaragoza se necesitan mutuamente y no compiten.

No creo que se pueda presentar una alternativa solvente para gestionar Aragón con este imaginario que ofende nuestras raíces por ignorancia o complejo de superioridad. 

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