CRUCE DE CAMINOS

Del ‘carpe diem’ a la crisis climática

El furor por el consumo tras la pandemia destierra cualquier atisbo de recesión, aunque la grave sequía emerge como gran amenaza

Embalse de Yesa.

Embalse de Yesa.

Ricardo Barceló

Ricardo Barceló

La resaca de la Semana Santa y la inmediata llegada de dos puentes festivos --el del 23 de abril (Día de Aragón) y del Primero de Mayo (Día del Trabajo)— vienen a ratificar que la profunda crisis económica que muchos auguraban para el otoño y el invierno pasados era solo un espejismo. El arranque del mes de abril ha demostrado, una vez más, que las ganas de vivir a costa del bolsillo están por encima de cualquier otro postulado en este tormentoso inicio de siglo XXI. El carpe diem posterior a la pandemia se ha convertido en una filosofía que nadie sabe cuánto tiempo durará pero que ha acabado por enterrar a los agoreros que pronosticaban que la recesión iba a ser el principal decorado en los años posteriores a la crisis del coronavirus.

Sin embargo, los datos de ocupación turística, el «tenemos todo ocupado, lo siento» de los restaurantes y las tarjetas de crédito echando humo en los cajeros automáticos ha sido el denominador común en el primer cuatrimestre del año. Un buen amigo me aseguraba hace unos días que la gente «está gastando lo que tiene y lo que no tiene». Puede que no le falte razón. De lo que no hay duda es de que los datos son los que son. Exceltur, la patronal turística lo resume así en su informe publicado el pasado jueves: «el sector inicia un muy positivo 2023, con niveles de actividad en el primer trimestre un 10,8% por encima de las cifras de 2019, tras una excelente Semana Santa, reflejando la fortaleza de las ganas de viajar y su creciente prioridad en los hábitos de vida y de consumo». Pues eso, blanco y en botella. La actividad ha vuelto con más fuerza que nunca. Tanto es así, que las perspectivas turísticas apuntan a un crecimiento del 7,9% hasta junio, aunque en Aragón las expectativas duplican esta cifra, lo que la sitúa entre las comunidades que esperan un mejor escenario. Y todo esto en vísperas de que el Instituto Nacional de Estadísticas (INE) dé a conocer el próximo día 27 cuál ha sido el comportamiento del mercado laboral en el primer trimestre del año.

Pero no todo son buenas noticias. La realidad tiene infinidad de aristas, tantas que ni el mejor cirujano político podría aplacar los efectos que la globalización ocasiona en la microeconomía, aquella no sale tanto en los telediarios, la que va por barrios y dibuja un crisol de historias que evidencian una creciente desigualdad tras la crisis de 2008. Sus heridas tardarán mucho tiempo en cicatrizar. Hipotecados que ven disparadas sus cuotas mensuales en hasta 400 euros al mes, trabajadores con empleos precarios y hogares que sufren la pobreza energética cruzan los dedos para que la inflación se relaje y no agujeree todavía más sus bolsillos.

La realidad tiene infinidad de aristas, tantas que ni el mejor cirujano político podría aplacar los efectos que la globalización ocasiona en la microeconomía

Pero el día a día de todos ellos –el de quien se permiten viajar y tener algún que otro capricho y el del que se queda en casa tratando de llegar a fin de mes— se puede ver alterado por una crisis climática que comienza a asustar mucho. Sus efectos todavía no se han dimensionado lo suficiente, pero la falta de lluvias tiene un efecto dominó que es más visible en los embalses, la agricultura y la ganadería, pero que también afectará al empleo (la llegada de temporeros para la campaña agrícola puede verse muy mermada), a las exportaciones (la venta de productos al exterior se resentirá y eso provocará una menor actividad en las zonas productoras), al encarecimiento de los alimentos (una menor oferta provoca un repunte de precios), a la salud de los más mayores y vulnerables (las atenciones se multiplican con las altas temperaturas), al medioambiente (el verano se prevé muy complicado por el elevado riesgo de incendios) y al día a día en municipios en los que la falta de agua se ha cronificado durante los últimos años. Aragón, en este escenario, será una de las comunidades más afectadas.

Todo ello demuestra que quienes tengan la encomienda de gobernar a partir del 28 de mayo deberán priorizar actuaciones que permitan crear un ecosistema sostenible, en el que la economía y el medioambiente se den la mano. Lo contrario sería un suicidio. Quizá no hoy, pero sí mañana.