COSAS QUE PASAN

Titán y Adriana

Margarita Barbáchano

Margarita Barbáchano

Decía Aristóteles que la tragedia tiene que ser sorprendente, necesaria y que el destino se imponga. Estos días hemos sido testigos silenciosos; es decir, telespectadores, de dos tragedias muy diferentes: la del sumergible Titan y el naufragio de la embarcación, Adriana, saturada de migrantes frente a la costa griega. Dos recipientes muy diferentes en el que los tripulantes se jugaban la vida. En esa búsqueda desesperada que es la atracción de la muerte.

De los cinco ocupantes del Titan lo sabemos todo. Cinco millonarios en busca de aventura que pagaron un billete de 250.000 dólares cada uno para recrearse, una vez más, con el morbo que debe dar revisitar el pecio del Titanic hundido a 3.800 metros de profundidad en el lecho del Océano Atlántico. El nombre del pequeño submarino Titan tiene su guasa, ya que alude a un joven héroe de la mitología griega que fue condenado a sostener la bóveda terrestre sobre sus hombros para toda la eternidad. Los titanes que se acurrucaban en el sumergible claustrofóbico solo sostenían una ambición que implosionó por las leyes de la física. El espectáculo del corto viaje, sus identidades y el objetivo que perseguían los conocemos por la atención mediática que provocó su rescate, también, millonario.

Imagino que las productoras ya estarán preparando el guion de una película o serie corta sobre este fatal accidente en las profundidades del mar. El tema va a dar de sí para una temporada o dos. Cinco protagonistas y su odisea antes, durante y después, con la ayuda de los medios digitales que pueden recrear su final en cualquier escenario posible.

El morbo esta servido. Y para los medios de comunicación son mucho más atractivas las tragedias de los ricos que las de los pobres. Estas nos las sirven todos los días en la brevedad de la escaleta de los informativos.

De los 750 tripulantes hacinados en la embarcación Adriana poco sabemos. No importan sus nombres ni qué hacían antes de embarcarse para poder pagar a los traficantes de personas el precio de su libertad. Frente a la costa griega murieron 81 ocupantes y hasta el momento puede haber 500 desparecidos. Las posibilidades de encontrar con vida a los tripulantes del Adriana son nulas tras una semana a la deriva en el mar. Ese mar tan hermoso como cruel cuando cruzas sus límites. Esta noticia devastadora es una más de las que ocurren cuando el buen tiempo aflora y el mar atrae a los huyen. Medio minuto en los telediarios. Y esto es así porque es un accidente repetido, sabido, penoso y cruel. No hay morbo en este tipo de sucesos.

Llevamos años en los que la información que triunfa es la información que ofrece espectáculo. Lo repetido se ofrece a precio de saldo. La vida es dura y seguiremos atentos al televisor, a los debates absurdos sobre qué pudo pasar para que se quedaran sin aire para respirar los cinco millonarios a los que les gustaba practicar el llamado turismo de riesgo.

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