Lecciones tras una tormenta dramática

El Periódico de Aragón

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Zaragoza sufrió el pasado jueves por la tarde una tormenta como no se recuerda en las últimas décadas. En tan solo media hora, descargaron más de 50 litros de agua. Las imágenes de ciudadanos subidos en la parte superior de sus vehículos en el tercer cinturón, evitando así un torrente de agua que arrasaba con todo, y los momentos de desesperación que vivieron muchos de los zaragozanos que transitaron por la Z-30 y otras vías de la capital aragonesa, obligan a reflexionar sobre este tipo de fenómenos, que serán cada vez más habituales.

El pasado jueves no hubo que lamentar víctimas mortales –hay una mujer en la uci, sin riesgo vital–, aunque vistos los efectos de la tormenta en la ciudad, que nos retrotraen a trágicos episodios como el del camping de Biescas, parece todo un milagro. Sí que hay que lamentar cuantiosos daños en empresas, infraestructuras, comercios y vehículos, entre otros, que elevan la factura de la tromba de agua, aunque las cifra definitiva todavía está por determinar.

De la gran tormenta se pueden extraer varias conclusiones, pero la primera de ellas es que el cambio climático es una realidad difícil de cuestionar, ya que la virulencia de los fenómenos meteorológicos ha ido a más en los últimos años y, por desgracia, Aragón es una de las comunidades más afectadas. Por ello, resulta inexcusable poner en marcha medidas para mejorar la lucha contra una realidad que camina con paso firme.

Más allá del origen de este tipo de fenómenos, hay que poner el foco en la coordinación entre las instituciones para evitar males mayores cuando una tormenta como la de esta semana enciende las alarmas. La rápida respuesta de los servicios municipales (Bomberos y Policía Local), así como la coordinación de los organismos autonómicos permiten minimizar las consecuencias, no solo de este tipo de tormentas sino también de los incendios, que el pasado año se cebaron con buena parte del territorio aragonés. Las tareas de coordinación y una respuesta temprana son, por tanto, esenciales en este tipo de episodios. Desde la perspectiva de los daños materiales, la agilidad administrativa para ejecutar las ayudas que se determinen también es otro de los mecanismos que alivian a los afectados en este tipo de situaciones.

Sin embargo, el gran interrogante que surge tras ver lo que ocurrió en el tercer cinturón es: ¿cómo se pudo formar tal torrente de agua en esa zona de la ciudad? Zaragoza rozó la tragedia y, por tanto, debería analizar qué medidas han de adoptarse para que lo que sucedió en la Z-30 no se repita.

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