Opinión | Sala de máquinas

La guerra de Úrsula

Una de las actuales características y consecuencias de la política, en general, y de la geopolítica, en particular, es su incapacidad para solucionar los más graves problemas. Sobre todo, aquellos que afectan a las vidas de millones de personas en peligro.

Lo que podríamos llamar «focos» de grandes conflictos no solo no son extirpados de sus cancerígenas áreas, sino, por el contrario, avivados por fuerzas cada vez más negativas y oscuras, extendiéndose y amenazando exterminar a nuevas poblaciones. El «foco palestino» o el «foco ucraniano», alimentados, respectivamente, por los monstruosos dirigentes y ejércitos de Israel y Rusia, son muy serios ejemplos de cómo un problema local, enquistado, acaba exportando su virulencia y ampliando su radio de destrucción.

Tanto es así, por lo que a Europa respecta –debido en particular al «foco» del Donbás–, que Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, ha empleado por primera vez un término casi belicista a la hora de pronosticar la posición occidental hacia Rusia. Qué debemos fabricar más armas y reclutar más soldados no ha sido tan solo una opinión suya, sino toda una advertencia institucional a los ministerios de Defensa de la Unión para que revisen tropas y municiones de cara a una ya no tan remota posibilidad de intervenir en una guerra contra la Rusia de un Putin que ha amenazado a Occidente con armas nucleares.

Si sumamos las recientes declaraciones de Macron, llamando asimismo a Francia a permanecer vigilante y alerta ante el estallido de una posible contienda, la inquietud general estará más que justificada.

A un país como España, adormecido en su eterno paraíso de sol, esas sombras le resultan un tanto teatrales, como si tan solo existieran en el escenario teórico de esa geopolítica cuyos actores representan varios papeles y a menudo actúan de farol. Pero no caben demasiadas dudas de que, en el caso de una lucha abierta, nuestra nación difícilmente podrá acogerse a un estatuto de neutralidad del que, por otra parte, nunca ha gozado, pues jamás lo ha reclamado ni defendido.

¿La III Guerra Mundial, en casa?

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