Opinión | SALA DE MÁQUINAS

Sabiñánigo

Hacía tiempo que no iba por Sabiñánigo. Lo hago, entre otras cosas, para dar la razón al consejero de Fomento del Gobierno de Aragón Octavio López: el tramo de Lanave sigue siendo un cuello de botella, muy serio problema si de la fluida comunicación del Pirineo aragonés con Zaragoza, Barcelona y Madrid hablamos. El ministerio de Transportes, dirigido por el provocador Óscar Puente, no parece dispuesto a provocarnos la satisfacción de acelerar la necesaria y prevista obra de desdoblamiento.

En el Molino Periel, en pleno casco viejo, me encuentro con el equipo cultural de Sabiñánigo, encabezado por la alcaldesa Berta Fernández. Lo cual no es nada extraño, pues a su larga experiencia en gestión cultural suma sensibilidad y excelente oratoria. Las eficaces y vocacionales María José Latrás y Yolanda Sarasa se vienen encargando de la programación y de la biblioteca con alentadores resultados. Su última iniciativa, el ciclo Negro sobre blanco, impulsor de la lectura, en general, y del género negro, en particular, ha sido un éxito de asistencia y difusión. Algunas actividades se han disfrutado en la antigua Casa Periel, harinera rehabilitada como espacio artístico tras la generosa cesión de sus propietarios, Ramona Periel y Antonio Biescas.

El privilegio de hablar allí, a la vista de la maquinaria de molturación del trigo, de las enormes y antiquísimas vigas de madera que sostienen las tres plantas diáfanas de la vieja molienda, sus poleas, prensas y silos conservados como legado de lo que en su época fue una revolución industrial me produce la sensación de un tiempo detenido. Ensoñado en ese mágico ambiente me remonto a aquel otro tiempo hechicero de Edgar Allan Poe, de Lord Byron, Hoffman, Victor Hugo, Wilkie Collins, o de nuestro Bécquer, héroes del romanticismo y del relato de intriga y terror, y quienes perfectamente pudieron conocer molinos como el de Periel y ambientar en ámbitos como ese sus sobrenaturales historias.

Ciudad empresarial, fabril, motor de la Jacetania, Sabiñánigo ofrece y combina, junto con su moderna industria, tesoros como el Molino Periel, más un capital humano muy valioso. Siendo su equipo de cultura buena muestra de ello.

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