Opinión | Sala de máquinas

Máscaras negras

El arte del relato tiene que ver mucho con la imaginación, como gran aliada suya que es. Hay cuentos realistas, por supuesto, y muy buenos, pero siempre he tenido la intuición, de que la narrativa breve requiere gotas de fantasía, además de la pretensión de alterar la realidad. Sin esa ambición se puede facturar un buen cuento cuyo realismo nos impacte o conmueva, pero abriendo de par en par las ventanas a la inventiva respiraremos el aire fresco que necesitamos para dotarlos de originalidad y magia.

Eso es lo que han hecho las autoras y autores de El Club de la Luna Creciente en su nuevo libro, titulado Máscaras negras, que esta tarde se presenta en Zaragoza, en la Biblioteca de CAI Universidad.

Sus relatos son historias muy personales, nacidas de la raíz, primero; soñadas, después; pensadas, luego; escritas, finalmente, y ahora, como reconocimiento y premio, publicadas en forma de un volumen coral que, a buen seguro, encontrará en el largo y fértil camino de su futura vida literaria muchos y fieles lectores.

En el índice de Máscaras negras figuran los siguientes nombres, a seguir muy de cerca porque van a dar alegrías a las letras aragonesas: Berta Blasco, Raúl Cebrián, Elena Fuertes, Luisa María Gil, Jorge Giménez, Victoria González, Adrián Gracia, Inés Lázaro, Beatriz Morancho, María Luisa Neri, Maite Oro, Olga Sánchez, María Eugenia Sanz y Teresa Sueiro.

El Club de la Luna Creciente, nacido con vocación de continuidad y muy comprometido con la creación como bandera de su filosofía, va ya, con ésta, por su segunda antología de relatos, lo que habla en favor de su esfuerzo y, como consecuencia de su sostenido trabajo, de su compartido éxito.

Formados en el Taller de Escritura Creativa de la CAI, que me honro en dirigir, con la valiosa ayuda de Eva Jiménez, este grupo de autores/as ha empleado un duro aprendizaje en dominar el oficio de narrar, en manejar las herramientas necesarias para imprimir a sus relatos y novelas encanto y calidad. Estando en disposición de sorprendernos con próximos títulos, a base de obras muy personales que pronto les identificarán con un número de lectores (como esa luna que veneran) creciente.

Creciendo: eso los define.

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