Opinión | EL TRIÁNGULO

Los casos y las casas

El ruido es tan feroz que la desafección hacia la clase política, a la que ni respetamos ni admiramos, es cada día más palpable

Los políticos no hablan de las cosas de las casas; los escuchamos a diario. Ellos hablan del caso Koldo o del caso del novio de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso o del caso de la mujer del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y de la fórmula diabólica diseñada por Sánchez, otra vez el presidente, para destruir España. Y todo lo hablan a gritos, en medio de una retahíla forzada de insultos y gestos cada vez más sombríos, hieráticos y brutalmente contrariados. Y mientras eso sucede, nosotros, los que somos millones pero no políticos, nos esforzamos en avanzar en las cosas de casa, sin entender por qué todo se ha vuelto tan salvajemente chapucero y a pesar de eso sonreímos y buscamos una vía de escape que no es otra que la de cerrar los ojos y taparnos los oídos y así escuchar solamente el ruido sereno del mar que descansa en nuestros recuerdos o la brisa otoñal que baña nuestra adolescencia. Porque mientras ellos hablan de los casos y no de las cosas de las casas, las cosas siguen pasando y el sistema se debilita porque el ruido es tan feroz que la desafección hacia la clase política es cada día más palpable con una absoluta falta de respeto hacia aquellos a los que deberíamos no solo respetar, sino admirar, y a los que ni respetamos ni admiramos porque los consideramos unos manipuladores que han desgastado nuestra confianza hasta convertirla en un pañuelo correoso, arrugado y sucio.

Dicen que siempre hay excepciones y las habrá, pero hasta las posibles excepciones se han sumado a ese discurso del «tu más», y cuando hay que hablar de lo que le sucede a nuestros mayores o a nuestros niños o a nuestras mujeres o a nuestros hombres o a nuestros jóvenes los discursos se pueblan de lugares comunes que están tan lejos de las cosas que pasan en todas esas casas que una exhibe enfadada su desprecio hacia quienes olvidaron que ellos/ellas eran el después y que el antes los constituíamos todos los que transitamos por los días intentando entender por qué todo es tan difícil, por qué no hay nadie al otro lado y por qué, siendo ustedes conscientes del vacío que se ha generados entre nosotros y ustedes, ustedes siguen disparando con las mismas balas y permanecen en la misma trinchera sin entender que fuera están pasando cosas y que en las casas la gente busca realidad y cordura en sus representantes políticos y no un entremés esquizofrénico de tipos resueltos a buscar un envite que lleve implícita la muerte política del otro.

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