Asesinos natos

Miguel, el camionero asesino que se daba asco al mirarse al espejo

José María Miguel Gascón degolló a una mujer en Zaragoza en 2006 y ese mismo día intentó asfixiar a otra

El acusado nunca mostró su rostro, ya que siempre trató de taparse la cara.  | EL PERIÓDICO

El acusado nunca mostró su rostro, ya que siempre trató de taparse la cara. | EL PERIÓDICO / LUIS M. GABÁS

José María Miguel Gascón residía indistintamente en casa de su hermana en Teruel y en la de sus padres en el pequeño municipio de Jarque de la Val. A sus 33 años trabajaba de camionero y no tenía antecedentes, por lo que en aquel julio de 2006 era una persona para nada sospechosa. Quienes le conocían sabían que era habitual de los ambientes de prostitución, también se dedicaba al juego con asiduidad y a sablear a sus amistades, lo que había originado bastantes deudas. Todo cambió un día 6 cuando degolló a una mujer y trató de asfixiar y desfiguró a golpes a otra. Creía que esta última estaba muerta, pero su testimonio permitió detener a este asesino nato.

Los hechos por los que acabaría siendo juzgado y condenado ya en 2008 tuvieron lugar en dos domicilios diferentes. Uno en una céntrica vivienda en la avenida César Augusto y otro en la calle Jean Paul Sartre, en el zaragozano barrio de la Zalfonada.

La primera víctima fue María Cristina, de 54 años. El cadáver de esta fue hallado una semana después como consecuencia del avanzando estado de descomposición del cuerpo en pleno verano. Presentaba un corte de 14 centímetros en el cuello que le seccionó la tráquea y el esófago. Junto al cuerpo estaba el arma blanca empleada. Quien notó con extrañeza el olor que salía de su domicilio fue el personal de limpieza del edificio.

En un primer momento la hipótesis que barajó el Grupo de Homicidios de la Jefatura Superior de Policía de Aragón fue el robo. La casa estaba totalmente desordenada dando la imagen de que alguien hubiera lo hubiera registrado en busca de algo. De hecho, a ambas les faltaban determinados documentos como tarjetas de crédito o dinero, pero no los terminales móviles. Lo que no casaba era que la cerradura de la puerta no estaba forzada, por lo que el autor o autores debía ser alguien conocido. Ella vivía sola tras su separación y sus dos hijos vivían fuera.

Horas después, sobre las 18.00, la víctima fue Esther. Con ella había contactado a través de un anuncio de contactos de los que la prensa local publicaba antiguamente. La mujer le abrió la puerta y le dijo que le esperara mientras iba a por unas toallas, porque ella solo daba masajes.

Sin mediar palabra

Según explicó la propia víctima, cuando se dio la vuelta, le cogió sin mediar palabra y le pegó un puñetazo tan fuerte que vio saltar su propia sangre. Después, intentó asfixiarla y le propinó numerosos golpes. La mujer quedó inconsciente y despertó 13 horas después, completamente desnuda y en medio de un charco de sangre.

No tenía fuerzas ni para levantarse, llamó como pudo al 112 y le dijeron –tal y como hizo constar en su declaración ante la Audiencia Provincial de Zaragoza– que tenía un hospital a dos calles. Con la cara totalmente desfigurada y con señales visibles en su cuello de que la habían tratado de estrangular acudió al hospital Nuestra Señora de Gracia, donde la atendieron. Lo que no sabía en ese momento era que la suerte había estado en ese momento de su lado.

No denunció al principio esta mujer de origen cubano, que decidió ponerse a salvo en casa de unos familiares en Canarias, quienes acabaron animándola a ir al Cuerpo Nacional de Policía y contra lo sufrido.

En un mes los investigadores resolvieron el caso. El análisis de la telefonía fue importante porque José María Miguel Gascón había contactado con ambas mujeres de esta forma. Había un número que ambas mujeres tenían en su lista de llamadas recibidas justo el día del crimen. Era el del camionero turolense.

Homicidios viajó a en Ferreruela de Huerva, donde trabajaba en las obras de la autovía Mudéjar y le detuvo. Ahí hizo una confesión que cerró el círculo de las pesquisas sin saberlo. El camionero creyó que había sido detenido por el primer crimen y no acertó a reaccionar cuando los policías le acusaron del segundo, si bien terminó confesando ambos.

Por si fueran pocas pruebas, cuando los agentes realizaron una entrada y registro, tanto en la vivienda de su hermana como en la de sus padres, estos hallaron un par de zapatillas deportivas cuya suela dejaba la misma huella que se encontró en una de las viviendas de las víctimas.

Ante todo ello, Homicidios decidió descartar el robo como móvil principal y considerar que el asesinato y la tentativa respondían a los rasgos psicopáticos del arrestado.

El juicio se celebró en 2008 en la Audiencia Provincial de Zaragoza. José María Miguel Gascón se sentó en el banquillo de los acusados con una petición de condena de la Fiscalía de 27 años. Su frialdad a la hora de responder por los hechos fue muy destacable al explicar por qué mató a una y lo intentó con otra.

"No quería hacerme un servicio gratis"

"Me tiré sobre ella y le pegué una cuchillada en el cuello porque no quería hacerme un servicio gratis después de haberle colocado un ventilador en su dormitorio", justificó en relación a la muerte de María Cristina.

El acusado reconoció ser el autor de ambas agresiones, así como de la sustracción de distintas pertenencias de las mujeres que incluían pequeñas cantidades de dinero, documentación personal, tarjetas de crédito. Aseguró que fue para simular un robo en el caso de María Cristina, aunque en el de Esther dijo haberlo hecho para seguir jugando al bingo porque se había quedado sin dinero y pensó en ir a la casa de la mujer a la que había acudido en alguna ocasión.

Su abogado defensor, Javier Notivoli, argumentó que su cliente era ludópata y consumidor habitual de cocaína. De hecho, tras ser detenido fue sometido a un análisis de droga que detectó restos de esa sustancia en su organismo. Notivoli pidió 10 años de cárcel, con las atenuantes de arrepentimiento espontáneo y enajenación mental, mientras que Carmen Alquézar, abogada de Esther, solicitó 13 años de prisión. Al final, el tribunal provincial impuso una condena de 17 años a un hombre que en el juicio aseguró: "Yo no quería matarlas; me doy asco cuando me miro al espejo".

En este 2023 finaliza su condena por ambos hechos violentos que provocaron temor en el sector de las mujeres que se dedicaban entonces a la prostitución.