asesinos natos

Burriel, el proxeneta que mató a palos como si fuera un perro a una de sus chicas

Emilio Burriel asesinó y torturó a una de las prostitutas que trabajaban para él en un club de Zaragoza

El acusado durante el día del juicio celebrado en la Audiencia de Zaragoza.  | ALLEPUZ / LOSADA

El acusado durante el día del juicio celebrado en la Audiencia de Zaragoza. | ALLEPUZ / LOSADA / LUIS M. GABÁS

Emilio Burriel era allá por 1997 el dueño del Paradis, un club de alterne situado en el término municipal zaragozano de Figueruelas. Para él trabajaban varias mujeres, destacando Agustina a quien acabó asesinando y torturando porque creía que le estaba robando. De nada le sirvieron los 15 años que llevaban juntos en aquel caserón en el que las luces de neón con el nombre del establecimiento se vislumbraban desde la carretera y en el que destacaban unas grandes ruedas de madera en la fachada.

«Murió apaleada como un perro». Lo afirmó el magistrado presidente del tribunal de jurado, Santiago Pérez Legasa, que acabó imponiendo a Burriel una pena de 17 años de cárcel por unos hechos que tuvieron lugar en la madrugada del 21 de octubre del 97. La mujer, de 35 años, fue brutalmente golpeada con un bastón de bambú, otro de madera terminado en una punta afilada y con unos cables metálicos enrollados y formando varios nudos en su perímetros.

La investigación llevada a cabo por la Guardia Civil determinó que la agresión se produjo en distintas dependencias del club y que fue arrastrada con el propósito de hacerla sufrir. Todo mientras estaba atada de manos y desnuda. Pero por si fuera poco, le metió la cabeza en una bañera de agua caliente, que luego combinó con hielos. Esta brutalidad se produjo desde las 03.45 hasta las 16.00 horas del día siguiente. Moribunda, el homicida la trasladó al centro médico de Alagón para que le asistieran. Era demasiado tarde, ya que, tal y como determinó la autopsia, «su organismo no superó el límite de su capacidad de resistencia».

Burriel huyó del centro médico a bordo de su BMW gris, siendo detenido 12 días después en Huesca. El Juzgado de Instrucción número 7 de Zaragoza llegó incluso a autorizar la publicación de su fotografía para que si alguien le veía lo comunicase a las autoridades.

Y así fue. De madrugada, la Policía Nacional recibió una llamada telefónica de un anónimo que informaba de la presencia de Emilio Burriel en el club de alterne Orquídea, situado en el kilómetro 3 de la carretera a Sariñena. Hasta el mismo llegaron unos agentes, pero ya estaba cerrado. Sin embargo, otro confidente les señaló que lo había abandonado en compañía de una mujer que trabajaba en el mismo. Fue una importante pista porque los investigadores sabían dónde vivía esa joven, así que decidieron desplegar un dispositivo de vigilancia en torno al inmueble, en tanto se tramitaba la orden judicial de entrada y registro y conseguían un plano con la distribución de la vivienda, situada en una planta baja en la calle Santo Cristo de los Milagros, a pocos metros de la comisaría provincial de la Policía Nacional.

Emilio Burriel: «Ella administraba el club, lo abría y cerraba y pagaba a las mujeres, no iba a darle palizas»

El arresto se produjo sobre las 11.20 horas del 1 de noviembre. Ya tenían el permiso del juez. Los agentes llamaron al timbre, abriendo la puerta la joven. Rápidamente se adentraron en el piso y descubrieron a Emilio Burriel todavía durmiendo. No pudo resistirse. Antes de su arresto lo habían estado dos compañeras de Agustina, pues entendían las autoridades que habían encubierto a su jefe. Al final quedaron en libertad por entender que poco podían hacer.

Familiares de estas dos jóvenes llegaron a señalar que Burriel las tenía enganchadas por la droga que les proporcionaba y que estaban casi secuestradas. De hecho, el proxeneta tenía una amplia ficha policial porque había sido denunciado en más de 30 veces, siempre por palizas a prostitutas que trabajaban en sus establecimientos. En muchas ocasiones las denuncias eran retiradas antes de que llegaran a juicio, posiblemente por miedo a represalias. En una ocasión fue denunciado por sumergir a una mujer en la piscina del chalet que habitaba en Cadrete con el propósito de ahogarla, pero el caso fue archivado.

Un look más modoso

El juicio se celebró el 20 de febrero del 2000 en la Audiencia Provincial de Zaragoza. Acudió, tal y como destacaron las crónicas de tribunales de la época, «con un look más modoso del que utilizaba habitualmente». Quería erigirse como víctima, explicando que sufrió una conspiración entre la fallecida y el propietario del caserón, quien no pudo declarar por padecer una esquizofenia paranoide. Ambos, según él, le robaron 4 millones de las antiguas pesetas, intentaron asesinarle y le amenazaron con hacerle algo a su familia.

En ese contexto, Burriel señaló que la muerte de Agustina se produjo en el transcurso de una pelea en la que ella también le dio «patadas y puñetazos». «Mientras reñíamos cayó desde la bañera contra el suelo», firmó al tiempo que explicó: «En los días anteriores ella administraba el club, lo abría y cerraba y pagaba a las mujeres, lo que no habría hecho si hubiera estado recibiendo palizas. Nunca he tenido en el club dos bastones gitanos. Alguien tuvo que ponerlos para que los encontrara la Guardia Civil».

También alegó que aquella noche estaba drogado y había consumido alcohol. Hasta treinta cubatas llegaron a cifrar los testigos propuestos por su abogado defensor, Enrique Trebolle, quien intentó que se le aplicara la eximente de trastorno mental del acusado para solicitar su absolución. Consideraba que esa dependencia a las sustancias le anulaba sus capacidades.

Una visión que distaba de la que tenía el fiscal del caso, Félix Cadena, que calificó a Emilio Burriel de «rufián, proxeneta y chulo». «Estaba dispuesto a matar a Agustina porque una persona no puede decir que no quiere un resultado cuando lo que está haciendo conduce a ello. Como mínimo hubo un dolo de consecuencias necesarias», incidió, mientras añadió: «Dice que le robó, pero arreglados estamos si las personas mataran a los morosos».

Los argumentos del representante del ministerio público fueron valorados por los miembros del jurado popular que no dudaron en emitir un veredicto de culpabilidad contra el asesino e, incluso, no aceptaron la posible tramitación del indulto. Su abogado defensor anunció varios recursos, pero la sentencia acabó confirmada. Burriel salió de prisión y no volvió a reincidir.