La reciente reforma de Santa Engracia ha suscitado un debate sobre cómo debería ser una plaza para resultar útil y bonita. El foco está puesto ahora en Salamero, que también tendrá que renovarse después de haberse hundido parcialmente. Por parte de algunos grupos políticos del Ayuntamiento de Zaragoza ya han advertido a Urbanismo. Más verde y menos cemento, piden. Pero, ¿qué aspectos hay que tener en cuenta para diseñar un espacio público?

«Hay muchos condicionantes. No es lo mismo una plaza con un monumento que hay que resaltar u otra con un edificio importante, como Santa Engracia. Hay que tener en cuenta también el plano del lugar, que en este caso está inclinado, el arbolado… La clave es que sea un espacio público confortable para poder reunir a mucha gente. ¿Cómo se hace eso? Pues no hay una receta», explica Pablo de la Cal, profesor del área de Urbanística y Ordenación del Territorio del departamento de Arquitectura de la Universidad de Zaragoza.

Pero vayamos al principio. La tendencia de las plazas duras, con mucho pavimento y muy diáfanas, surgió en los años 80 en Barcelona, cuenta De la Cal. Esta moda, que estéticamente parece estar ahora cuestionada, tiene su lógica «porque son lugares con mucha intensidad de uso en los que no puedes poner muchas zonas ajardinadas porque se usan para conciertos o cafés». No obstante, eso «no quiere decir que no tenga que haber vegetación, porque el verde refresca y humidifica», dice De la Cal.

El máximo exponente en Zaragoza de las plazas duras es la del Pilar. Un gran solar de granito que luce con su aspecto actual desde 1991. «Con estos diseños se intenta que sea el entorno el que cobre protagonismo. Que el suelo pase desapercibido para que luzca el plano vertical. Pasa también con la nueva Santa Engracia. Se evita un ornamento excesivo porque le quitaría protagonismo a la basílica. Por eso se escogen colores grises y fríos», explica otra profesora de la Universidad de Zaragoza, Lucía Pérez, profesora titular de Composición Arquitectónica.

Plaza del Pilar en 1976, con coches y zonas ajardinadas. GRAN ARCHIVO ZARAGOZA ANTIGUA

Una vez se consolidó la tendencia de las plazas duras, en Zaragoza se llevó a cabo la llamada «operación plazas» con la que se reformaron entornos como el de Santa Marta, Sas o San Voto. Por aquellos años se renovó también la de la Seo, que se limpió de mobiliario y se cubrió con un costoso mármol travertino para la función que cumple: ser pisado. Pero la cuestión es esa y es el esquema que se ha seguido hasta ahora: espacios amplios, sin obstáculos y sin muchas zonas ajardinadas, por lo menos en el centro.

«Una cosa muy importante es que haya zonas de sombra si es una plaza que sirva para estar, para descansar. Pero en el caso de Santa Engracia, donde se hacen muchas bodas y eventos, seguramente se haya tenido en cuenta eso», explica Pérez sobre el motivo de haber despejado este entorno.

Sin embargo, en los barrios, «donde hay más gente mayor», hay que hacer planteamientos diferentes a los que se requieren en el centro de la ciudad. «Hay que poner más bancos, tener más en cuenta el soleamiento y también colocar zonas de juegos infantiles. Dentro de la propia diversidad de usos siempre hay uno que prevalece, y eso hay que tenerlo en cuenta», añade la experta.

Ciudades del futuro

Para demostrarlo, solo cabe percatarse de la diferencia entre Santa Engracia y la plaza de Los Sitios, que también luce ahora renovada. «El tratamiento ha sido totalmente diferente. Se ha cambiado la topografía de los jardines, que eran planos, y se les ha dotado de volumen. Además los bancos miran ahora hacia dentro de la plaza y no hacia fuera. Eso ha cambiado completamente la percepción de la plaza», explica.

Y es que Los Sitios, más que plaza es casi un parque, pero tanto Pérez como De la Cal apuntan a la importancia del arbolado y de las zonas verdes en todos los espacios públicos. «Es muy importante por la sombra y porque tienen una función ecológica. En el Pilar, por ejemplo, yo creo que cabría más arbolado y eso no iría en detrimento del conjunto monumental», dice el profesor.

Sobre ornamentación y estética opina también Arturo Cebollero, arquitecto especializado en urbanismo y paisaje. «En la plaza del Pilar tiene lógica que no haya árboles (los hubo en su momento). Gracias a ello se consigue un espacio muy polivalente. Pero la tendencia a recuperar los espacios naturales en el corazón de las ciudades y el interés por las zonas verdes ha aumentado en estos últimos años, especialmente tras haber estado encerrados en nuestras casas durante el confinamiento ­–explica­–. La naturaleza tiene que ser protagonista, no como jardín solo sino como parte del ecosistema urbano, donde nos encontremos especies de carácter más autóctono y riego que no supongan un gran derroche de recursos».

Plaza Santa Engracia antes de la reforma. JAIME GALINDO

Más allá del debate sobre el arbolado en las plazas, hay otra cuestión que sí que avanza imparable: la retirada del tráfico rodado. La tendencia forma parte del nuevo urbanismo y en estos diseños se encuentran términos como el de la supermanzana (como la que habrá entorno a Salamero) y la «ciudad de los 15 minutos», urbes que cuenten con todos los servicios disponibles cerca para poder desplazarse a pie.

«El covid no ha cambiado tanto la forma de diseñar pero sí que ha puesto de manifiesto ideas que ya se manejaban en el ámbito académico y que ahora la ciudadanía demanda», explica Pérez. No obstante, «las plazas y parques son elementos vivos que no se pueden juzgar inmediatamente después de su ejecución», apunta Cebollero. Habrá que esperar si Santa Engracia acaba cumpliendo con su función. Como hace la plaza del Pilar y como tendrá que hacer Salamero.