Leganés fue ayer sinónimo de suerte. Y de cierta justicia, según contaban en la céntrica plaza del Salvador, convertida en un hervidero de afortunados y curiosos de esta ciudad conocida desde hace años como parte del cinturón rojo de Madrid, con cerca de 188.000 habitantes, casi 20.000 de ellos inscritos en las listas de paro y con un 15% de población inmigrante. Los brindis con cava y sidra continuaron hasta bien entrada la tarde junto a la administración de María Luisa Ron, que vendió "décimo a décimo" un total de 89 series del Gordo. El premio en euros, 356 millones.

"No tengo ninguno, pero estoy muy feliz por la felicidad que he transmitido a gente trabajadora sin trabajo", comentó la lotera, en una plaza abarrotada junto a la Iglesia del Salvador, que ayer bandeó sus campanas para festejar la ocasión. Numerosos agraciados se acercaron a celebrarlo en la misma plaza o en colindante restaurante Pizzeria la Gioconda, que ayer tiró la casa por la ventana y agotó "todo el champán, del amarillo y del bueno, y el lambrusco", explicó Mario, uno de los camareros.

Amo de casa forzoso

El paro y el malestar por el pellizco que se lleva Hacienda del premio apareció en casi todos los testimonios de los agraciados, como el de Leoncio, marmolista de profesión y cuatro años desocupado. O Alfonso, que lleva ocho meses en paro tras haber sido despedido de Viajes Iberia, quien aseguró que aunque no tiene grandes deudas.

A la administración se acercó también Elvira, una jubilada que llevaba un décimo igual que sus otros cuatro hermanos y que todavía no ha pensado en qué invertirá el dinero. "¿Que qué voy a hacer? Pues repartirlo entre mis hijos, que tienen hipotecas", contestó. En la misma situación están Mariano Roncero y su mujer Raimunda, miembros de la peña El Carro, que conforman nueve matrimonios y a los que les han tocado 1,6 millones. La suerte también acompañó a inmigrantes, como a Petre Kordescu, camarero de origen rumano, la comunidad extranjera mayoritaria en Leganés. "Traeré a mi hermana, y a mi padre si quiere". prometió.

La suerte quiso que otras series del Gordo se vendieran también a pocos kilómetros de allí, en el humilde barrio de Carabanchel Bajo, más azotado incluso por el desempleo que la ciudad de Leganés.