¿Qué poso ha dejado el movimiento del 15-M en la política española? ¿Queda algo de ese estallido de indignación social y movilización ciudadana que llenó las plazas desde el 15 de mayo de 2011? El libro Tras la indignación. El 15-M: miradas desde el presente reúne los análisis de 28 investigadores de España y América Latina expertos en movimientos sociales y pretende dar respuesta a estas y otras preguntas cuando se cumple una década desde que las principales plazas españolas se llenaron de indignados clamando por un futuro mejor y por una «democracia real». El sociólogo David Pac Salas, del departamento de Psicología y Sociología de la facultad de Economía y Empresa de la Universidad de Zaragoza, es uno de los cuatro coordinadores de este trabajo.

Diez años después de un fenómeno que «nadie vio llegar» ni en los partidos políticos ni entre quienes analizan los movimientos sociales, Pac asegura que el cambio social más importante que trajo el 15-M fue el que se produjo «en la mente de la gente». «Muchas personas fueron conscientes a partir de entonces de que su participación podía tener un impacto real en la política». También, asegura, en la implantación de «prácticas más colaborativas» entre las distintas organizaciones políticas.

1) Un estallido social con eco mundial

El caldo de cultivo que hizo posible que un movimiento social como el 15-M no solo fructificara sino que se expandiera por distintas ciudades españolas fue el descontento generalizado con el sistema político, en un clima internacional de indignación que había comenzado con la primavera árabe. «La corrupción política era uno de los principales problemas para los españoles según el CIS», recuerda Pac. «La protesta en España formaba parte de un ciclo de protesta mundial frente a la crisis económica del 2008 y la forma como la política respondió a esa crisis con austeridad, lo que incrementó la desigualdades sociales», rememora.

2) Las redes sociales: el catalizador «necesario»

«No se puede entender el 15-M sin tener en cuenta la explosión de las redes sociales y de Twitter en especial», asegura Pac. A través de esta red social, en la que los manifestantes transmitían las consignas, como No hay pan para tanto chorizo, No es una crisis: es una estafa, junto a imágenes y vídeos de lo que ocurría en las plazas hacia el resto del mundo, las distintas asambleas mantenían el contacto. «Internet fue clave para difuminar estos movimientos», asegura el investigador. También fue el medio de comunicación inicial por el que se dio a conocer la protesta, antes que en los medios tradicionales.

3) El cambio político: del bipartidismo al bibloquismo

La repercusión más evidente del movimiento 15-M es el cambio que provocó en el sistema de partidos español, vigente en parte todavía a día de hoy. «Lo más importante del movimiento fue un señalamiento del sistema político en España, donde se apuntó qué fallos tenía», indica Pac. Algo que años después se tradujo, sobre todo desde las elecciones europeas de 2014, y especialmente con los comicios autonómicos y locales de 2015, en la consolidación de nuevos partidos políticos y nuevas formas de hacer política.

«Se rompe el bipartidismo imperfecto que imperaba en España desde la Transición con el Partido Popular y el PSOE y se pasa a un nuevo escenario pluralista», resume el sociólogo, que reconoce sin embargo que con el paso de los años este cambio del sistema se ha traducido en una mayor diversidad de actores que siguen funcionando en un «bibloquismo de izquierda y derecha». Además, en el último ciclo electoral, desde 2019, se observa una nueva tendencia de «reconcentración en el voto de la derecha», con la debacle de Ciudadanos, y en menor medida también en el ámbito de la izquierda, con pérdida de apoyos a Podemos y el fin del ciclo que representa la dimisión de su líder, Pablo Iglesias.

4) La experiencia de los ayuntamientos del cambio

La política asamblearia que se puso en práctica en el 15-M llegó a ocupar el poder en varias ciudades españolas. Madrid, Barcelona, Cádiz y Zaragoza tuvieron gobiernos municipales de candidaturas de confluencia que bebían de los movimientos sociales y, en algunos casos, de las propias acampadas del 15M. «Se produjo una llegada al poder a partir de procesos de participación muy importantes de gente llegada de partidos, sindicatos y movimientos sociales que crearon las llamadas candidaturas de confluencias, pero que en realidad eran muy diferentes entre sí entre las distintas ciudades», explica Pac. Las relaciones con otros partidos políticos, con los medios de comunicación, y con los poderes empresariales y fácticos, diferentes en cada uno de los casos (Ahora Madrid, Barcelona en Común, o Zaragoza en Común) marcó el distinto grado de éxito de unos y otros proyectos.

«En Cádiz, que es una de las que más éxito ha tenido, ha sido clave la vinculación del ayuntamiento con el asunto del mantenimiento del empleo», indica el sociólogo. Otras experiencias, como Zaragoza en Común, acusaron en las urnas el coste de no mantener unido el proyecto y concurrir con dos listas diferenciadas en el 2019, la de ZeC y la de Podemos. Además, recuerda, «se producen dimisiones que reflejan la desilusión con las confluencias».

5) Las cuentas pendientes: la regeneración

Una década después de que la ciudadanía reclamara una política más honesta y justa, quedan cuestiones pendientes, coinciden los expertos en este libro. «Se han conseguido avances en transparencia y en la regeneración política, pero no con la intensidad que pretendía el movimiento en su origen», reconoce Pac. Los partidos políticos y las instituciones han incorporado el discurso de la transparencia, la rendición de cuentas o la celebración de primarias, pero la participación de la ciudadanía no ha llegado a institucionalizarse. El descontento se canaliza, ahora, hacia la «dificultad de alcanzar consensos» que tienen los políticos.