DÍA DE LA JUVENTUD

El día a día de varios jóvenes en Aragón: «Sobrevivo, que es lo importante»

La mayoría de aragoneses de entre 16 y 29 años que son independientes se ven obligadas a vivir en un piso compartido y muchos de ellos necesitan la ayuda familiar

Alba Irún, estudiante de 24 años que se emancipó hace un año en Zaragoza. | EL PERIÓDICO

Alba Irún, estudiante de 24 años que se emancipó hace un año en Zaragoza. | EL PERIÓDICO / judit macarro

Judit Macarro

Judit Macarro

Los jóvenes de hoy en día solo tienen un sueño: poder independizarse antes de los 30. Sin embargo, la realidad muestra que la gran mayoría de los ciudadanos de entre 16 y 27 años no pueden permitirse ni pensarlo.

Es el caso de Alba Irún, joven de 24 años, que hace 5 años llegó a Zaragoza para estudiar en la universidad. «Desde entonces vivo en el mismo piso con mis compañeras, aunque ahora me lo puedo pagar yo sola», asegura. Al principio, fueron sus padres los que le ayudaron a poder vivir en la capital mientras Alba se sacaba sus estudios, que compaginaba con trabajos como «niñera o profesora particular».

A día de hoy, la joven puede decir que es totalmente independiente de su hogar, pero, aunque ha conseguido un trabajo fijo de 60 horas mensuales que le permite vivir en Zaragoza mientras se saca las oposiciones, «la verdad es que con lo que cobro no me da para vivir», asegura.

Lucía Simón, enfermera de 23 años en Huesca. | EL PERIÓDICO

Lucía Simón, enfermera de 23 años en Huesca. | EL PERIÓDICO / judit macarro

En Aragón, más de un millón de los jóvenes son dependientes de sus padres. Además, una de cada tres personas que consiguen marcharse de casa se ven obligadas a vivir en una vivienda de alquiler compartido.

Por ello, Alba es una de las jóvenes que depende del Bono Alquiler Joven para llegar a final de mes. «Hace poco cobré los meses de enero a septiembre del año pasado, que me servirá como colchón para otros meses de alquiler», explica Alba.

Cuando acabe el verano, tendrá a la vuelta de la esquina las oposiciones. «Me examino a finales de septiembre», por lo que «tendré que quitarme horas del trabajo para poder prepararme lo mejor posible», porque sin la plaza, el encontrar un trabajo de lo que quiere, «está complicado», asegura la joven.

Paula Simón, joven de 30 años en busca de vivienda en Huesca. | EL PERIÓDICO

Paula Simón, joven de 30 años en busca de vivienda en Huesca. | EL PERIÓDICO / judit macarro

Una situación, que si no fuera por la ayuda «me preocuparía más», menciona, pero «ahora con los ahorros que tengo del bono, me las podré apañar para llegar a final de mes».

Herencias y ayudas

En el otro extremo de la balanza está Lucía Simón, oscense de 23 años que hace unos meses terminó sus estudios de Enfermería en Huesca. «En mi caso lo he tenido fácil para encontrar trabajo de lo que he estudiado, porque mi oficio siempre tiene mucha demanda», explica la joven.

Por ahora, está viviendo con su madre y su hermana de 30 años (que todavía no ha podido irse de casa como Lucía). «Nosotras tenemos la suerte de tener ahora el piso de nuestra abuela disponible», menciona Lucía, que explica que como ambas quieren vivir con sus respectivas parejas, su planes son que «una se quede con el piso y la otra le ayude con la mitad de lo que le cueste un alquiler, porque con los sueldos que tenemos, de momento no nos llega».

Las herencias y las ayudas de los padres parecen ser algo fundamental para los que quieren empezar a vivir solos. Por ello, Juan González ayuda a sus hijos a pagar los gastos de luz, comunidad y agua, «es una inversión para mi tranquilidad», asegura.

Para él, vivir cuatro personas adultas con vidas distintas es algo que «no se puede aguantar durante mucho tiempo». Ahora que sus hijos ya no están, al llegar a su casa la encuentra «como la he dejado, las camas están hechas y todo está recogido», explica entre risas y añade que «si hiciera falta... ¡les pagaría hasta el alquiler para que no volvieran!».

También las abuelas ayudan en lo que pueden a sus nietos para que puedan volar del nido. Romina empezó así. «Cuando llegué a Zaragoza no podía pagarme sola los estudios, el piso y los gastos», por ello, «mi abuela me ayudaba con lo que podía», explica la zaragozana.

Hace un año, la joven empezó a trabajar en la tienda de Tezenis en Puerto Venecia y «eso me ha permitido vivir ya de manera independiente». Romina tiene la suerte, además, de vivir el piso de una amiga del pueblo que «me lo deja muy barato». Entre eso y la ayuda de orfandad que recibe del gobierno, «sobrevivo, que es lo importante».

Como estos, la mayoría de los jóvenes aragoneses hacen lo que pueden para poder formar su propia vida poco a poco. Las becas, ayudas y el trabajar «en lo que se pueda», según Alba, son el día a día de todo aquel que quiere vivir solo en un país donde el alquiler medio de una habitación era (a finales de 2022) de 282, 19 euros.

Porque ya, el pensar en comprarse una vivienda se convierte en una utopía más que en un sueño. Con las entradas de los pisos en una media de 49.852,20 euros, que sería el equivalente a 3,8 años completos de sueldo de alguien menor de 30 años, los jóvenes como Romina «ni me lo planteo».