Jorge Azcón: "César Alierta, un aragonés irrepetible"

"Su vida pivotaba en torno a tres máximas: amor por la familia, pasión en la empresa y defensa de su tierra"

La vida de César Alierta, en imágenes: de Telefónica al Real Zaragoza o el Papa Francisco

La vida de César Alierta, en imágenes: de Telefónica al Real Zaragoza o el Papa Francisco / Galindo / De Castro / S. E.

Jorge Azcón Navarro

Jorge Azcón Navarro

La muerte de César Alierta ha dejado este miércoles un hondo poso de tristeza entre quienes tuvimos la suerte de conocerle. Y es que su vasto legado personal y profesional serán difíciles de olvidar.

César fue un empresario influyente, con estilo propio, alejado de dogmas y dotado de una intuición mayúscula que le llevó a ser una figura clave en la mejor etapa de la historia de España. Las últimas décadas de nuestro país no pueden entenderse sin él, del mismo modo que su figura y su camino personal jamás se podrán desligar de la España que atravesaron.

Líder de una época, sin duda influyó en una generación de directivos. Aparentemente sencillo, César escondía, en ocasiones con demasiado celo, una capacidad de análisis y una clarividencia imprescindibles en un mundo tan competitivo como el de la gran empresa.

Pero no sería justo ni apropiado centrarse de forma exclusiva en su faceta empresarial. Él fue mucho más que un gran directivo. Como persona, César era generoso y honrado. Sus sólidos valores, de los que nunca descarriló, le guiaron en una vida demasiado corta en la que supo ser, por encima de todo, libre y consecuente.

La familia fue su gran apoyo. El amor que César profesaba a su mujer, a sus hermanos y a todos sus sobrinos era inquebrantable. Y es que su vida pivotaba en torno a tres máximas: amor por la familia, pasión en la empresa y defensa de su tierra.

Se le puede calificar de muchas formas. Líder nato, hombre independiente, honesto, franco… Sin duda me quedo con su faceta de aragonés comprometido, una encomienda complicada cuando se vive lejos del territorio. Recibió la Medalla de Oro de Aragón por su firme defensa de los intereses de la Comunidad, de la que siempre hizo bandera por todo el mundo, con especial cariño hacia el escenario de su patria infantil, Villanúa.

La vida de César no se puede separar de una de sus grandes pasiones, el fútbol, ni por supuesto del club de su corazón, el Real Zaragoza. Su innegociable afición le llevó a encabezar el exitoso rescate de un equipo abocado a la desaparición y a sentar las bases de los futuros éxitos que, sin duda, celebrará pronto desde el cielo.

César Alierta es una de esas figuras que no abundan en cada generación. Un aragonés irrepetible con un legado que, a buen seguro, recordaremos durante décadas.