El campo en Aragón: Dos caras para una sola crisis

Un joven agricultor y un veterano del sector primario analizan la complicada situación que el campo vive en unos momentos marcados por las movilizaciones en las calles y por «la oportunidad» de girar el timón de un mercado necesitado de buenas noticias 

Jorge Cajo, en un campo familiar, poco después de su incorporación.

Jorge Cajo, en un campo familiar, poco después de su incorporación. / El Periódico de Aragón

Sergio H. Valgañón

Sergio H. Valgañón

El desencanto del campo aragonés tiene muchos rostros. Las causas que mueven desde hace mes y medio a agricultores y ganaderos a no frenar sus movilizaciones son personales, casi intransferibles, pero comunes a una crisis del sector que ya dura demasiado tiempo. En las protestas, recién incorporados y curtidos en mil cosechas comparten pancartas, gritos y reclamaciones a las instituciones. Jorge Cajo y Javier Martínez son ejemplo, aunque hay muchos más, de las dos caras de la moneda en el aire que es el futuro del campo aragonés.

El joven Jorge Cajo, de apenas 23 años, define como «modélica» la explotación frutícola familiar en la que trabaja. Lo hace junto a sus padres y a su hermano, ocho años mayor. «Trabajo en el campo desde que tengo uso de razón, pero incorporado llevo un año y medio», cuenta Cajo.

Sobre las protestas del campo, una frase: «Las reivindicaciones no son nuevas, ya tienen tiempo. Se ha juntado todo y hemos pasado de tener la soga al cuello a que ya no podemos respirar».

Javier Martínez lleva toda una vida dedicado a la agricultura.

Javier Martínez lleva toda una vida dedicado a la agricultura. / El Periódico de Aragón

«Nosotros queremos dar un producto en condiciones, pero es que hay muchos riesgos detrás», cuenta este joven de La Almunia de Doña Godina, que enumera «el clima, los productos sobre el árbol o los costes de producción» como esas razones que encarecen la puesta en marcha de la explotación: «Diez o quince céntimos por kilo pueden ser la diferencia de un año bueno a uno desastroso».

Hablar con los que más saben ayuda y Cajo tiene el mejor ejemplo en casa. «Las cosas han cambiado a peor», asegura, y recuerda cómo se vendía hace un tiempo: «A mi padre y a mi abuelo le fijaban el precio antes de recoger la fruta, a veces hasta tenían adelantos. A mí aún me tienen que pagar parte de la pasada cosecha y no conozco el precio».

Constante en las movilizaciones y trabajando con los Jóvenes de UAGA, Cajo pone el foco del futuro en las incorporaciones. «No es un trabajo rentable, como muchísimo siguen los hijos de la gente que ya tiene montada la explotación». El reto que encaminan los jóvenes de UAGA para salvar el futuro es caro: «Queremos un modelo de agricultura familiar y profesional, que se pueda abrir a la gente ajena al sector porque lo vean como una oportunidad laboral de futuro».

El próximo verano cumplirá 63 años, por lo que Javier Martínez puede hablar desde la experiencia. Piensa en la jubilación, sin dejar de recordar la explotación familiar de la que siempre ha vivido: «En la zona de Monegrillo, agricultura de secano y ganadería ovina, aunque ya hace un tiempo que tuvimos que quitarnos las ovejas».

Los veteranos

Precisamente en los animales vio el declive de un sector por el que Martínez no deja de luchar. «Antes teníamos las ovejas sueltas, luego pasamos a criarlas en cuadras, pero desde hace tiempo dejaron de ser rentables», analiza este agricultor zaragozano.

No hay fechas concretas para «el principio del fin» del sector primario, pero Martínez echa el calendario atrás hasta hace 30 años. «Son muchos años viendo como la brecha del coste respecto al precio no deja de agrandarse», afirma este profesional del sector primario, que enumera como principales piedras en el camino «el crecimiento de los costes de forma extraordinaria en todos los aspectos, la ausencia de ayudas y problemas de todo tipo». El último, en su caso, ese famoso cuaderno digital, «que a los mayores nos cuesta adaptarnos». Con esfuerzo se consigue, pero el problema va más allá del aprendizaje: «¿Qué sentido tiene que pidan el cuaderno digital cuando hay muchos pueblos sin internet?».

Otros culpables a la crisis son, según Martínez, «los acuerdos con terceros países o que las instituciones nos tienen completamente abandonados». Ante toda esta mezcla, es complicado lanzar un mensaje de esperanza. Aunque hay que hacerlo: «A los jóvenes les digo que tienen que seguir, que tienen que echar un par de narices y mantener las movilizaciones, porque si no pinta muy mal». «Lo único que nos queda es la unión y seguir trabajando», concluye. 

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