Una radiografía del mercado laboral

"¿Qué es lo que quieren los jóvenes del trabajo?"

Tres aragoneses menores de 30 años desgranan su visión profesional con respecto al acceso de los jóvenes al mercado laboral, las complejidades que entraña y lo que buscan en las empresas. La primera sorpresa: priorizan proyectos profesionales para crecer y la flexibilidad a un salario elevado

Paula Aparicio, de 27 años, la semana pasada en Zaragoza.

Paula Aparicio, de 27 años, la semana pasada en Zaragoza. / Laura Trives

Marta no encuentra odontólogos para su clínica dental. Tampoco higinienistas. Ni auxiliares. La decena de jóvenes que ha fichado en los dos últimos años se le han marchado a los pocos meses. No paga mal, trata de facilitar la flexibilidad y paga lo que otros en el sector de los dentistas. «Me dicen que no se quieren comprometer o que buscan contratos a media jornada y eso no se lo puedo ofrecer. Estás contento con un chico, parece que se adapta y que le pone ganas, y de repente, de un día para otro, dice que se va», cuenta Marta, abriendo el melón que agujerea las cabezas de toda una generación de empresarios y jefes que buscan mano de obra. La pregunta se le desliza entre una cara con signo de interrogante: «¿Pero qué es lo que quieren los jóvenes del trabajo?».

«Yo trabajo para vivir y no al revés. Me gusta mi trabajo, pero si pudiera, como es evidente, viviría de lo que da el campo», dice entre risas Brenda Cobo, trabajadora de Martín Martín desde hace 11 años, cuando empezó en la cadena de tiendas aragonesa. La joven, que ahora tiene 30, tiene claro que no quiere pluses por trabajar en festivos o fines de semana, algo habitual en el sector comercial. «Prefiero tener mi vida y desconectar, aprovechar el dinero que gano», explica Cobo. «En casa lo hablábamos alguna vez y el argumento de mis padres era que había que ir a la fábrica un sábado para ganar 50 euros. Yo no lo veo: quiero mi tiempo para mí», afirma.

Esa es la realidad del mercado laboral: un cambio de paradigma acelerado que también agranda la brecha entre oferta y demanda. Lo explica Herminia Lombarte, directora regional de la empresa de recursos humanos Adecco en Aragón, quien habla sobre que las nuevas generaciones «se orientan más por proyectos que por empresas, priorizan cuestiones relacionadas con la responsabilidad social y buscan estructuras más colaborativas, donde la opinión del empleado sea valorada».

Fue algo así lo que le ocurrió a Paula Aparicio, una turiasonense de 27 años que hace poco más de un año cambió de trabajo después de tiempo en una de las big four. «Buscaba estabilidad y sobre todo un plan de carrera profesional que me ofreciera un crecimiento personal. Quería más responsabilidad y sentirme valorada. Y, por supuesto, un salario mejor remunerado, aunque eso no fue lo que más influyó en mi decisión», cuenta Aparicio. No se arrepiente esta joven de aquella etapa en la que aprendió como junior, pero sí admite que salió de aquel ambiente al sentirse «estancada». «Yo buscaba conocimiento y aprender y es lo que conseguí, pero vi que no había un proyecto para mí y no tuve problema en buscar otras opciones», resume.

Brenda Cobo trabaja en Martín Martín.

Brenda Cobo trabaja en Martín Martín. / El Periódico de Aragón

El empleo juvenil, que sigue en cifras disparadas con una tasa de paro que ronda el 25%, es «una cuestión muy compleja y muy difícil de resolver», resume sobre esta problemática Juan García Blasco, Catedrático de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social y uno de los mayores expertos en la materia, además de presidente del Consejo Económico Social de Aragón (CESA). «El acceso al mercado laboral no siempre se corresponde con la cualificación del joven y los salarios, desde esa perspectiva, son más bien bajos. Luego están las tendencias nuevas, como que el joven quiere ser empleado pero tener un proyecto de vida, de futuro y organizar su vida. Las obligaciones familiares ya no son tan importantes, tienen otras prioridades como la formación o sus aficiones y para estas generaciones tienen una trascendencia importante», explica García Blasco.

Un contraejemplo es el de Alejandro Bona, toda una rara avis. Lo dice él sobre las sensaciones de su entorno, dado que le encanta su trabajo. Estudió Filología Hispánica y a sus 24 años es profesor interino de Lengua y Literatura en un instituto de Zaragoza. «Mi relación con mi trabajo es muy buena, porque trabajo de lo que quiero. Creo y sé que no es lo normal, porque la gente de mi entorno no comparte ese amor por el trabajo. Suelen verlo como una obligación, que en realidad para mí también lo es, siempre que no te gratifique», explica este joven docente que se acaba de alzar con el premio Ángel Guinda con su poemario Brevario del frío.

Alejandro Bona es profesor de Lengua y Literatura.

Alejandro Bona es profesor de Lengua y Literatura. / El Periódico de Aragón

Bona se muestra convencido de que para su generación el trabajo es algo que se ve como necesario. «Está muy inculcado y no conozco a nadie que no quiera trabajar. Hablo de la generación de los 90 y los 2.000: somos gente que si no te sale nada de lo tuyo, pues trabajas de otra cosa. Sin embargo, creo que hay veces que he sentido que el trabajo te devora el tiempo, y creo que ese equilibrio entre vida y trabajo es lo que hay que conseguir», dice Bona.

Sobre ese equilibrio, Lombarte refiere que los jóvenes «son gente que le da mucha importancia a la gestión emocional, a la desconexión digital y a la conciliación personal». Y pone el matiz en lo personal más allá de la familiar, sobre la que se ha puesto el acento, porque las nuevas generaciones «buscan tiempo para ellos». 

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