EL VISOR

Sender y la pintura: Ver o no ver

Buscar las claves del ámbito cultural en el que los objetos artísticos cobran su sentido fue el propósito central de la programación del Equipo Multitud

Sender pintando en Los Ángeles.  IEA-Diputación de Huesca.

Sender pintando en Los Ángeles. IEA-Diputación de Huesca. / Chus Tudelilla

Chus Tudelilla

Chus Tudelilla

Yo hace algunos años que pinto para mí mismo porque encuentro en la pintura elementos de expresión que completan los de la novela, la poesía, el teatro o el ensayo. Como decía, se trata de establecer formas de armonía estable con cada una de las cuales creamos un fortín de defensa contra el vacío agresor. ¿Es perfecto ese fortín? Es eficaz y nos basta». Palabra de Ramón J. Sender, que sintió la necesidad de explicar su pintura en el prólogo del extraordinario catálogo que acompañó a su primera exposición en la galería Multitud de Madrid, en noviembre 1975. Un año después repitió experiencia en la galería Berdusán de Zaragoza.

Buscar las claves del ámbito cultural en el que los objetos artísticos cobran su sentido fue el propósito central de la programación del Equipo Multitud, que encontró en la pintura de un escritor la evocación de «esa fórmula con que los preceptistas clásicos resumían la unidad irreductible de todo proceso creativo, más allá del recurso expresivo utilizado en cada caso, esto es, aquella definición que vulgarizó Horacio de la pintura como pintura muda». No obstante, Sender tenía clara la independencia de los signos pictóricos y lingüísticos, así como la distancia de concepción y las diferentes estrategias del texto y de la imagen pintada, en la que halló alivio cuando la palabra escrita alcanza la periferia de un dominio que no está capacitada para explorar.

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Sender y la pinturaVer o no ver / Chus Tudelilla

Desterrado en la incertidumbre de un exilio que fue para siempre, Sender dibujó con trazos sutiles la cartografía sentimental de un lugar sólo posible en la memoria y en el sueño. Pobre de técnica pero inspirada, como escribió, la imagen impone su forma, de presencia desvanecida, en un espacio de abstracción donde el tiempo detiene su curso anunciando acontecimientos improbables. Las líneas roturan el vacío dibujando paisajes inciertos, cráneos animados y amenazantes, esqueletos ávidos y expectantes, fragmentos de arquitecturas visionarias, escaleras infinitas..., y amuletos; en ocasiones el dibujo cede ante la presión incierta de las pinceladas que dejan el rastro débil de colores matizados y neutros, silenciosos y evocadores. Extrañas asociaciones de naturaleza surreal, hilvanadas con signos de hermético contenido visual, alumbran el delirio de un sueño que se repite incansable, ensordeciendo la lírica de unas composiciones indefectiblemente aferradas a la realidad que se desvanece tan pronto como toma forma. Dibujar fue el primer acto de liberación y afirmación del hombre civilizado, pero también el testimonio de su inseguridad ante las amenazas primigenias.

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Sender y la pinturaVer o no ver / Chus Tudelilla

«¿Es, pues, el arte una manera de pelear contra la muerte (el vacío invasor) a sabiendas de que perderemos al menos en el terreno físico? Sí, desde luego. Por eso a algunos de los objetos que expongo con mis pinturas (a petición reiterada de los amigos de la galería Multitud) les llamo amuletos. «Amuleto» quiere decir en sánscrito helenizante, contra la muerte. Esos amuletos son mejores si se hacen con cosas del hogar: una tabla de embalaje, un trozo de mueble desintegrado, cosas que han tenido que ver con la vida de cada día ajena o propia. [...] ¿Feos o hermosos? No sé. Eran formas de armonía que yo no había podido imaginar antes y que me complacían. Y me tonificaban. Así me sucede ahora». En el espacio impreciso y mágico de su pintura Sender dibujó su retrato, cuya imagen perdurará en el tiempo. La escritura y la pintura le permitieron imaginarse como única posibilidad de trascender, de vencer el vacío que acompaña a la muerte.

De su deseo de atender a lo esencial participa el escaso interés por la técnica que Sender, consciente de sus limitaciones, despojará de la seguridad de lo aparente, decidido como estaba a penetrar en el ámbito oscuro de lo permanente e inalterable del ser en el mundo; allí donde la luz del pensamiento alumbra la reflexión sobre el destino individual y colectivo.

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Sender y la pinturaVer o no ver / Chus Tudelilla

Sender sintió predilección en su pintura por un repertorio iconográfico amplio, disperso y abierto a múltiples significados que, en más de una ocasión, es el reflejo concreto de las numerosas imágenes literarias que atraviesan sus textos. Pero serán las composiciones resultado de la invención pictórica las que mantengan intacta la deriva del náufrago en cada línea, gesto y pincelada. A excepción de los escasos ejercicios que tienen en el cubismo su referencia más inmediata, Sender recurrió a efectos y recursos del surrealismo y del expresionismo con la intención de subrayar la naturaleza fantástica, cruel e inverosímil que habita en la realidad conocida. A las pinturas se suman los amuletos realizados con objetos cotidianos que recupera y reúne en una suerte de conjura liberadora.

A la «Explicación de mi pintura» sigue en el catálogo la Carta de Ramón J. Sender a la Galería Multitud, con notas autobiográficas y opiniones referidas a las artes plásticas, una selección de los numerosos textos del escritor sobre la pintura -protagonista de los ensayos Ver o no ver (Reflexiones sobre la pintura española) y Álbum de radiografías secretas-, y la conversación mantenida con Marcelino C. Peñuelas, especialmente reveladora para el tema que nos ocupa. Que el color sea un elemento tan importante en la prosa de Sender guarda estrecha relación con su afición a la pintura: «Es una mezcla de pintura figurativa con abstracciones y las mezclas o combinaciones de color son muy parecidas, casi iguales, a las de mi imaginación en la novela».

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Sender y la pinturaVer o no ver / Chus Tudelilla

Diferente es la presencia de lo onírico que en la pintura resolvió mediante elementos aislados del surrealismo para «subrayar, exaltar o fijar efectos conseguidos por la prosa realista de carácter ordinario. Es decir, que los efectos surrealistas que ocasionalmente aparecen dependen de otros valores más fuertes».

Lo lírico, en su caso, insistía, sólo se obtiene por la incongruencia verosímil que se encuentra ya elaborada con carácter lírico en los sueños, capaces de conmovernos más que la realidad aun sabiendo que no son verdad.

No es la pintura sino el «ver o no ver» el asunto prioritario de una reflexión que Sender sostuvo en la capacidad para «ver» de la mano de tres artistas: El Greco, Goya y Picasso, cuyas obras captaron las esencias perdurables. El Greco, pintor de la emoción, ganglionar lo llamó, desarraigado como él, que pintaba como quería y cuando quería. Goya, el antivelázquez, que continuó el camino emprendido por El Greco; exilado también y modelo para su proyección fantástica de la realidad. Y Picasso, espíritu alerta que mira y ve más que los otros. Al igual que sucede en sus novelas, como bien señaló Juan Carlos Ara, lo auténtico, lo singular, lo independiente y lo personal serán los valores de Sender para evaluar a los pintores, con quienes se identifica y compromete sin fisuras.

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Sender y la pinturaVer o no ver / Chus Tudelilla

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