Es curioso porque en este 2013 terrorífico deportivamente para el Real Zaragoza, Apoño ha sido titular indiscutible y ha estado sobre el césped un día sí y otro también, salvo cuando no ha podido por algún pequeño percance físico como en Getafe. Pero los días que ha faltado han sido los menos. Así que el malagueño ha formado parte directa del problema que ha llevado al equipo de Manolo Jiménez a las cercanías del descenso. Y la situación es paradójica, porque siendo eso así, una parte importante también de la posible solución está precisamente en sus botas.

No es que el centrocampista andaluz sea la octava maravilla del mundo ni un futbolista de época, que no lo es. Ni por supuesto tampoco una referencia de nada ni un modelo de conducta profesional para nadie. Pero en este Real Zaragoza contemporáneo de tan bajo fuste, Apoño es un jugador imprescindible, capital. Con él sobre el césped, el equipo puede aspirar a hacer ciertas cosas. Y sin él en el campo, las cosas que puede proponerse son algunas menos.

Los mejores partidos del Zaragoza han coincidido con las mejores actuaciones de Apoño. Bilbao, Vallecas, Málaga... Su importancia radica en que es un jugador diferenciado. Sin Romaric, que no ha estado y raro será que esté, es el único que puede generar fútbol de cierta calidad en el medio. Y fútbol es precisamente lo que falta. Es singular y motivo de reflexión. Apoño ha estado en primera línea cuando todo ha ido mal. Y para que todo mejore es imprescindible que siga estando. Paradójico.