Desde luego, el final del partido dio para blasfemar, despotricar, maldecirse por la cruz que le ha tocado al zaragocismo. La negra sombra que persigue al club aragonés --más o menos desde que Agapito llegó, por no decir exactamente-- se representó una vez más en el descuento. Es una desgracia, suena a castigo. Lo que iba para matinal de cine acabó casi en funeral, por las caras. Clásico agridulce para los jugadores, una amargura para los demás. "La botella medio llena", dijo Herrera, que anda apartando negatividad. Olvidó que a 800 kilómetros se andaba descorchando champán. Aunque sí, se acepta, el Zaragoza ya parece algo. La botella, antes, no estaba ni medio vacía. Estaba vacía, directamente.

No hay felicidad completa para este equipo que ayer pudo hacer de gigante. Le salió la mezquindad al final, le faltó talento. Y el miedo, se diría que terror. Quiso protegerse sin balón y olvidó, algo ya común, que perder la pelota acentúa carencias, por muchos centímetros y vehemencia que se acumulen en defensa. Pagó el precio del cobarde por ser casi miserable cuando tenía el marcador a favor y un hombre más sobre el campo. Incluso subestimó a Culio en la falta que acabó en gol. Todos se orientaron hacia el centro y no pensaron en el golpeo directo. Tampoco Leo Franco, que eligió poner solo dos en la barrera y luego reaccionó un pelín tarde al disparo. El gafe hizo el resto.

En cualquier caso, se deberían repartir las culpas entre los de dentro y el de fuera. Herrera no debió hacer ese cambio de Laguardia y los futbolistas acumularon tantos errores en esos diez minutos finales que el desenlace pareció no poder ser otro. Ese desliz temporal estropeó el análisis general de un Zaragoza que se va llenando. Sin alharacas, todo sea dicho. Pero queda claro que no es el equipo que fue, que ni producía ni gobernaba un solo matiz del encuentro.

¿Cuántos hubieran firmado sumar cuatro puntos en las salidas de Mallorca y La Coruña? Alguno habrá que no, claro. Algún perturbado, o forofo de ceguera. Cuatro partidos después de destaparse ante el Recre, la realidad enseña a un equipo que ha engordado, que ya es capaz de tener el partido controlado, aunque solo sea a ratos. Fue más que aceptable la primera parte de ayer, en la que redujo al Deportivo a casi nada. Por ahí está el futuro, sobre todo en cuanto a estructura de bloque. El armazón se cayó tras el intermedio, cuando le había caído un regalazo y no lo quiso. Era un victoria de pedigrí, pero...

Pero Herrera, y hace bien, dice que no quiere hablar más de aflicción; que desde que llegó "todo son situaciones dolorosas". No es solo desde que está él, es sabido. Es, aproximadamente otra vez, desde que está su jefe soriano, esa negra sombra que nada tiene que ver con la de Rosalía. Es algo más prosaico esto de Agapito, la maldición, Herrera y la botella.