En julio de 1518, una mujer, Frau Troffea, comenzó a bailar salvajemente en una calle de Estrasburgo, entonces parte del Sacro Imperio Romano Germánico. A la semana, 34 personas se le habían unido, y al mes ya había unos 400 bailarines. Muchos de ellos murieron. Es la epidemia más rara de las que se tiene noticia y una de las situaciones más desaforadas de histeria colectiva documentadas. Es un caso extremo pero explica cómo a veces los comportamientos irracionales se contagian sin explicación.

No se puede decir que los inversores no se piensen las cosas, pero sí es cierto que sus decisiones se basan en las expectativas de ganancias o pérdidas futuras y ello no pocas veces les hace sobrerreaccionar al alza o a la baja. Lo primero sucedió durante buena parte de la segunda mitad del primer semestre, como advertían los analistas. La recuperación no era tan sólida como para justificar la fuerte mejora de los mercados. La corrección de este verano peca más de lo segundo: predomina el temor a lo que pueda pasar por encima de la realidad de lo que sucede.

Los mensajes lanzados ayer desde el BCE no lograron paliar la situación y los miedos de los inversores siguen ahí, particularmente al impacto sobre la recuperación de las sanciones mutuas entre la Unión Europea y Rusia. Así, el Ibex 35 cayó el 1,64%, a los 10.078,6 puntos, su nivel más bajo desde marzo tras seis sesiones de caída. La prima de riesgo repuntó hasta los 153 puntos básicos.